jueves, 16 de noviembre de 2006

Prolusion a "La luna es la cabeza del ahorcado" de Salomé Urtubey (Ediciones Gráfica Sur, Octubre, 2006, Buenos Aires)


¿De dónde proviene esta música? Es un latido, la pulsación de aquel tomado por la extensa belleza de una voz, la de Salomé Urtubey. Es la voz del que lee y, también, la de la que canta y encanta. De ese encantamiento, hecho con su velo y el alma danzante, queremos alejarnos, queremos tocar y ser tocados; el horror y la gracia.

Sin dejarse tentar por la idealización posmoderna de la Poesía, su fragmentación y consecuente des/ilusión, la poeta propone un ritual femenino y sensual hilando no sólo metáforas e imágenes (fluctuaciones del velo en movimiento) sino también conceptos, pensamientos liberados en ese sujetar. El modo en que esta cadena libera a la escritura hace a la Poesía, hace a la Belleza. El hilo conductor será, al fin, la seducción que opera la poeta desde su canto. Hace valer su voz fémina, lúbrica, no para ocupar un lugar sino todos. Como en una danza que se dispone a través de un cuarto vacío, Salomé Urtubey abre sus mundos a nuestra mirada sedienta por ese velo que no termina de caer. Esta ilusión nos devuelve al Arte. Porque, aunque el curso de texturas y matices apele a nuestra percepción satisfecha por su aparente simpleza, el ritual se quiere eleusino. Aquí se establece una gran tensión, una excritura puesta a resolver la dicotomía entre Eros y Thánatos que, finalmente, se lleva a cabo en el acto creativo. La Poesía, así, es un movimiento hacia el Otro que sólo es posible desde la conquista de una identidad, desde la diferencia. Salomé Urtubey, propia y extranjera, nos encanta y lleva a través de sus mundos en plena sensibilidad y conciente del riesgo. Estos poemas se abren ante nosotros para que los atravesemos, no son objetos en reposo. En cada lectura, la poeta nos invita a tocar su sangre densa, a conocer el sitio de sus tribulaciones, la seca impavidez del abandono y el largo hacer hilandero para recuperar un cuerpo a través de la Poesía. Salomé Urtubey escribe sobre un cuerpo que está desaparecido, detalla su herida, su baba, la curva del músculo, como si pretendiera que se alce por efecto de su voz en este mundo sin encanto.

Es así que, intento poderoso y sutil, con el lenguaje crecido desde una generación que fue callada, con puro deseo latiendo y la entrega total, de cabo a rabo, la poeta nos dice que hay un cuerpo, y que también hay otro, y entre ellos silencio, y en ese silencio, estos poemas.

Fabián Russo

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