Tangos y otras canciones


El combatiente (milonga)


Endeudado y esperando que le rinda
la moneda que le dan como pensión,
ya entendió que es una sola vez la vida
porque siente que la guerra no acabó.
Treinta años esperando un nuevo día
y por suerte hay los amigos y un amor
que se fue por esas cosas de la vida
pero sigue en la memoria del colchón.

Le tocó en la dictadura la colimba,
sin comerla ni beberla se bancó
lo que nunca imaginó que se podría,
ni la puta soledad cuando volvió.
Cada tanto se reúne con los quías
a marchar y salen por televisión
lastimados por cortar una avenida…,
que llegó Gendarmería y reprimió.

Y hay las tardes que se queda en la ceniza
de un recuerdo que le duele sin pasión
en la plaza San Martín al mediodía
cuando el mármol se hace sombra bajo el sol.
Cuesta estar en su lugar, cuesta la herida
que le puso bajo el cuero aquel horror.
Lo que sus ojos vieron no termina
porque en sueños siempre vuelve lo que vio.

Ya no tiene ni rencores ni porfías,
lo que pudo perdonar, lo perdonó.
Esa carga que le pesa en la mochila
es el resto de sí mismo que salvó.
No es un hombre común por más que insista
en el bajo perfil que da el honor.
Pero hay noches que, entre vino y cocaína,
 se pregunta para qué sobrevivió.




Otro tango

Con el trago de ron aceitando
el reumático azul de su aliento
sale uno a ladrar tangos lerdos
aunque nadie festeje su bardo.
Ronda un frío fatal y, en las bocas,
una suerte de adioses bailados.
En el salto mortal de sus pasos
hay un tanto de amor que se implora.

Lo que vale es poner sentimiento,
si se pierde la vida, qué importa.
Cada tango es un eco sin sombra
que se va chamuyando en silencio.
Nadie oye, la voz va por dentro,
ya no importa el que canta o si el aire
se ha mezclado en el místico baile
desatando del Tango el Misterio.

Sigue el hombre contando su herida
y la vista clavada en un sueño...,
la corbata raída y el tiempo
latigando en la luz amarilla.
No son muchos, apenas bastantes,
los que van abrazados y en celo,
si parece que fueran muñecos,
como dice el poeta, el cantante.




Milongón del Roca

El bolsito con la toalla y el jabón,
la mirada de la noche y ya es de día.
Bondi lleno yendo hasta Constitución.
La mitad de lo que pasa son mentiras.

Los carteles anunciando una elección
y el futuro que murió este mediodía
en la esquina de Jujuy con Pueyrredón
porque la desilusión le dio cabida.

 “¡La Razón a voluntad!”, dicen los pibes,
pregonando una verdad que nadie sigue.
El que tiene poco da porque es contado,
la limosna en “cuotacard” no se ha inventado.
Va dejando la ciudad el tren cargado
de un presente sin piedad, tan alienado.
Cada cual su mp3 auriculado,
lo mejor es no saber quién está al lado.
“¡La Razón a voluntad!” y está tan claro
que es más fácil no escuchar y hacerse a un lado.


Esa bronca que se junta en la estación
por los trenes que no salen todavía.
Cada uno con su mambo y su versión
de las cosas que le faltan en la vida.

Y los chicos con los diarios y el garrón
de mentir con paco el hambre que lastima.
Cada uno con su propia indignación
negociando una porción de sobrevida.



Como si nada (milonga)

El corazón en la boca
y los nudillos sangrando de más
por un pedazo de pan
lleno de furia
con cuatro hijos detrás
y pasa el tiempo
vá amaneciendo
barro y sangre poca cosa, ya no queda nada
llega la yuta

Cruzan riendo la tarde
se las conoce en un barrio del sur
como las chicas tatú
por los tatuajes
y la morena salud
la vida es buena
en sus caderas
hace rato que regresan, siempre falta poco
para el pasaje

En la ciudad
una paloma asoma del asfalto
mientras la gente con su drama yira
y yo lo canto
como si nada

Y van pasando los días
pero se quedan las noches del bar
lo que no quita ni dá
viejas mentiras
que nadie sabe contar
como en un tango
viven soñando
la memoria descosida como un sol barato
que no ilumina

En medio del escenario
buscandolé a las palabras su voz
pero le falta pasión
le falta un trago
una verdad sin razón
algo que diga
cómo es la vida
en el fondo lo que falta es una buena excusa
para ir tirando...


El gris (tango)

Calle poblada de quimeras
de vagos y troteras
milonga y rocanrol
apuestas que nunca nadie gana
payasa sensiblera
de saque con alcohol
tiempo que pasa con urgencia
la historia que mañana
va a ser igual que hoy

Me quedo con el gris
la vida desde aquí no es tan fulera
si por amor nos fuimos
si por amor volvimos
¡aguanten los poetas!
hay que ver la soledad de los que esperan
aunque ya no quede nada por soñar
se me cruza tu nombre en la garganta
y vuelvo siempre aquí
buscándote en el gris
sabiendo que no estoy
y que no estás

Ando la noche y me marea
su corazón de ojera
llorando en un rincón
costumbre de andar siempre sin ganas
pensando que la vida...
la vida ya pasó
ando camino de tu ausencia
y es poco lo que falta
para que salga el sol.



Lobo (tango)

Me gusta Buenos Aires cuando llueve y está gris
su corazón de marquesina
brillando en una calle que sin duda no es París
por más que la ilusión se le haga encima.
Camino entre las sombras sin saber adónde ir,
la Luna sangra en una esquina.
Soy uno y soy ninguno y casi siempre vuelvo en mí
cansado y con heridas de otra vida.

De tanto ladrar tangos en los bares,
aquellos de la Luna y su Misterio,
quedé pegado al yeite de la sangre
y una bala de plata es mi desvelo.
Mejor seguir soleando por las calles,
que ser peor que tu peor recuerdo.
La Diosa ya salió, vino a buscarme,
y soy este desgarro en el silencio.

Me gusta Buenos Aires cuando llueve y está gris
porque no hay Luna y no es de día.
Los dos entreverados en un sueño con esplín,
milagro de maconia y poesía.
Me late un punto aparte acá en la zurda, justo ahí,
donde la calle se termina.
Asfalto hecho con hambre de la noche por venir
y puede, sin querer, ser la vencida.



Pintó milonga

En medio de un barullo de sueños milongueros,
la magia de la pista se empieza a disipar.
Un cruce de miradas, la pepa azul y el vento.
El coso de los discos se pone a compactar.

Algunos que andan solos se van con su desvelo
buscando algún boliche para desayunar.
Encima hoy es domingo sin fútbol y hace tiempo
que sobra tanto el tiempo y cuesta remontar.

¡A bailar! que la noche es de nadie
y al final se pierde el corazón
soñando la vida que se va,
buscando que dure un poco más...
¡Que pasen tangos de antes
que pinta milonguear!

Dos chicas van del brazo taqueando sin aliento,
que duelen los zapatos, que mata la humedad...
Lo cierto es que los años trabajan con esmero,
las chicas van sintiendo el peso de la edad.

Un colectivo llega. Los rantes pasajeros
sudados y elegantes se ponen a trepar.
El rumbo es el de siempre pero se siente lejos.
Parece todo en vano temprano en la ciudad.



Tatuaje (tango)

Asfalto sin rumbo,  la noche en mi aliento.
Un auto que pasa cortando la lluvia.
Tu nombre tatuado no es más que una absurda
memoria que traigo marcándome el tiempo.

Me siento a la mesa de un bar en penumbras
donde un trago cuesta lo que vale un sueño.
Ya no sé quién eras, te ganó el silencio
hace tanto tiempo que parece nunca..

Tu nombre es quién sabe qué,
se ha gastado en mi voz y en mi piel.
Ya parece una mancha
que cubre y ensancha
tu ausencia brutal.
Por más que el tiempo se va
y se agrieta el recuerdo y no estás,
siempre queda el tatuaje,
resaca de un viaje
que no sé cortar.

De tanto decirte te hiciste argumento
de un cuento que nadie, ni yo, nadie escucha.
Cansado de verte latiendo en la zurda
me digo si entonces te quise y fue cierto.

Apuro el veneno, ginebra con mufa,
la rara ternura de los tragos viejos.
Me arranco el tatuaje pero no hay remedio,
la marca es tu boca que vuelve y pregunta.



Viejas violas (milonga)                       a Hernán Reinaudo, por el aguante

Ajustan tientos del alma
templando los instrumentos

los guitarristas que tocan
otra versión del silencio
sacada de su memoria
y de las cuitas del pueblo.
Las manos son como alas
que van rascándose el vuelo.

Estirpe de viejas violas
la del tango callejero,
las cuerdas se hacen seis lunas
para que canten los perros
cantores que van en yunta
con los poetas más reos.
Punteo de esquina y sombra
con su vigilia de arpegios.

Le canto a los guitarristas
que me aguantan el aliento
desde hace tanto que el tiempo
dura lo que una canción.
¡Y que siga la función!
Yo canto con el talento
de los que pulsan el viento
para que suene en mi voz.

La vida les pide tanto
que ya no alcanza ni muertos,
afinan con gesto adusto
sabiendo que ganan tiempo.
El torca con su chamuyo
los deja tomar aliento
y aunque se lleve el aplauso
no es nadie sin escoberos.

Madera con hueso y cuerda,
caderas de amor sin sueño,
la boca que, entre las rejas,
simula ser un bostezo.
Los dedos que van hurgando
hasta tocar el secreto
acorde de pena seca,
sonrisa de ritmo a tempo.



Beso en el mar (milonga)
                    
Tu voz es la que late aquí en mi pecho,                                                 
ya no tengo corazón, se fue con vos.
Por más que busque estrellas en el cielo                                             
que me cuenten de tu amor, no estás.

Las tantas cosas nuestras que pudimos                                                              
se han quedado como yo, por la mitad.
La noche se hace polvo en el espejo,
la memoria es navegar y andar.

Y sólo la luna brilla, beso en el mar...
El tiempo será lo que podamos recordar.

Enero nunca fue como es ahora
me imagino que será por siempre así.
La vida para mí ya es otra historia,
tu mirada no estará, se fue.

El  eco de tu música en el piano
se parece a la marea por volver.
Las cosas que querría haberte dicho
las comentan en el cielo, ves?

Y sólo la luna brilla, beso en el mar.
Mi noche te busca y vos que ya no estás.

Ya lo sé,
sos el mar…



Las mil y una  (milonga)                                            a Mario Paolucci, in memoriam

Yo de pibe me juntaba con poetas
que tenían más respuestas que preguntas
y aunque había poca suerte y menos teca
no faltaban las botellas y las musas.
A la sombra de Tuñón pedían letra
y soñaban con ser capos de la pluma
anotando en las mugrosas servilletas
la bitácora genial de aquellas curdas.

Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.

No faltaba aquel campeón de la tristeza
con la verba alucinada de la culpa,
ni el payaso repitiendo la promesa
de callarse si empezaba una trifulca.
El actor, el musicante y el profeta,
el barbudo intransigente y medio mufa,
el que todo lo vivió y está de vuelta,
y hasta yo, pichón de bardo, con mi luna.

Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.

La “Canción de vagabundos” nuestra estrella,
y el misterio de la noche simple y dura
aferrados a algún vaso de ginebra
para calentar la lengua con soltura.
Yo de pibe me juntaba con poetas
que perdidos en la noche más oscura
siguen siendo los que cantan la epopeya
de los versos, de la vida y de la lucha.

Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.

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