Se canta y se dice.
El énfasis está en la letra, el poema.
Se trata de cantar/contar una historia.
En la lectura de texto se esconde la interpretación.
El silencio se halla entre los signos de puntuación, en la suspensión. El silencio es rastro de emociones.
No se pierde el tono coloquial.
No se debe gritar. Las letras de tango, sea en primera, segunda o tercera persona, usualmente se presentan en forma de confesión. Las confesiones no se gritan.
Se canta desde la media voz, mezza voce, los límites son el forte y el piano.
Cantar tango es matizar intensidad y volumen.
Se canta desde la voz hablada.
La canción va adelante, quien canta va detrás.
El público debe quedar prendado de la canción antes que del cantante.
Hay que desarrollar la lectura de poesía en voz alta sin declamación.
No hay que esforzarse en cantar “tango”, simplemente hay que cantarlo. Quien elije cantar tango lo lleva puesto, no necesita exagerarlo.
Hay que escuchar tango, entender lo que hicieron y hacen los grandes cantantes, volver a escuchar, conocer el género, poder decir algo al respecto.
Quien canta debe ser creíble, por lo tanto, despojado, dispuesto, decente.
No es necesario “educar la voz” para expresar la emoción del tango: hay que permitirle a la voz hacer lo que ya sabe, abrir esa puerta emocional. La técnica vocal debe estar al servicio de la interpretación.
Ante todo, hay que tener en la voz y en el alma Tanguidad, picardía, barrio, calle, esquina, pescante, mugre.
©Fabián Russo/ 2006
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