miércoles, 21 de septiembre de 2011

Le Bateau Lavoir, Apollinaire.

EL PUENTE MIRABEAU

El puente Mirabeau mira pasar el Sena
Mira pasar nuestros amores.
Y recuerda al alma serena
Que la alegría siempre viene tras de la pena

Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan

Frente a frente mirémonos-las manos enlazadas-
Mientras que pasan bajo el puente
De nuestros brazos -fatigadas-
Las ondas silenciosas de nuestras dos miradas

Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan

El amor se nos fuga como esta agua corriente
El amor se nos va
Se va la vida lentamente
Cómo es de poderosa la esperanza naciente

Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan

Huyen el lento día y la noche serena
Mas nunca vuelven
Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena
El puente Mirabeau mira pasar el Sena

Viene la noche suena la hora
y los días se alejan
y aquí me dejan

Guillaume Apollinaire


Fue el poeta Max Jacob quien le dio nombre a este edificio de madera con tres plantas que se alzaba penosamente en la plaza Ravignan, número 13, del corazón de Montmartre, por parecerle que su interior semejaba los botes de lavandería que flotaban en el Sena. Hacía años que allí pasaban temporadas artistas como Manolo Hugué, Juan Gris, Paco Durrio, Kees Van Dongen, Modigliani, Auguste Herbin, Picasso… Pero también vivieron allí escritores y poetas como Pierre Mac Orlan, André Salmon, Max Jacob y Pierre Reverdy. Picasso se instaló allí, junto con su pareja Fernande Olivier, entre 1904 y 1912. El edificio había sido construido como fábrica de pianos en 1869 y veinte años después fue habilitando algunos espacios para artistas plásticos con el agregado de un piso aunque éste no se notaba mucho por la inclinación de la calle Garreau que hacía un declive desde la plaza Ravignan. Apollinaire y su pareja de entonces, la pintora Marie Laurencin, formaban parte de los asiduos visitantes que formaban lo que se llamó, sardónicamente, La bande á Picasso. Se cree que fue el mismo Apollinaire quien llamó así al séquito de admiradores que rodeaban al veinteañero Picasso. El poeta había nacido en Roma en 1880, hijo negado un príncipe italo-suizo llamado Francesco Flugi d'Aspermont y de una muchacha polaca llamada Angelica de Kostrowitzky, y llegó a Mónaco nueve años más tarde llevado por su madre junto a su hermano mayor. Era un joven extremadamente culto, alto y robusto, amante de toda novedad. Devendría como el vector más importante para el surgimiento de las vanguardias artísticas francesas al cabo de los años, muchos después de su fallecimiento por el acoso de la llamada gripe española en 1918, lo que no había logrado meses antes la herida tremenda que unas esquilas de granada infringieron en su cabeza cuando era soldado voluntario en la Primera Guerra Mundial. No sólo fue el creador de los Calligrammes, poesía espacial, sino que también bautizó como Cubista al movimiento que vio nacer entre las vigas de madera del Bateau Lavoir. “Ante todo, los artistas son hombres que quieren llegar a ser humanos”, son palabras suyas que resisten el tiempo. 


©Fabián Russo, 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

del Canto General, Pablo Neruda

"Pues bien, esta mañana vuelve al mármol el odio
el odio del Sur blanco hacia el viejo dormido
en las iglesias los negros están solos con Dios
con Dios según lo creen las plazas
en los tres el mundo tienen ciertos letreros
que dividen el cielo el agua el aire
qué vida tan perfecta dice la delicada
señorita y en Georgia matan a palos
cada semana a un joven negro
mientras Paul Robeson canta como la tierra
como el comienzo del mar y de la vida
canta sobre la crueldad y los avisos
de Coca-Cola canta para hermanos
de mundo a mundo entre los castigos
canta para los nuevos hijos para
que el hombre oiga y detenga su látigo
la mano cruel la mano que Lincoln abatiera
la mano que resurge como una blanca víbora
el viento pasa el viento sobre la tumba trae
conversaciones restos de juramentos algo
que llora sobre el mármol como una lluvia fina
de antiguos olvidados dolores insepultos
el Klan mató a un bárbaro persiguiéndolo
colgando al pobre negro que aullaba quemándolo
vivo y agujerado por los tiros
bajo sus capuchones los prósperos rotarios
no saben así creen que sólo son verdugos
cobardes carniceros detritus del dinero
con la cruz de Caín regresan
a lavarse las manos a rezar el domingo
telefonean al Senado contando sus hazañas"

Scandalize My Name! - Paul Robeson

miércoles, 7 de septiembre de 2011

martes, 6 de septiembre de 2011

De profundis (Nescio)

   
Mi vida es demasiado breve, no puedo apresurarme, mi trabajo es una catedral, necesito mucho tiempo, siglos... ¿y cuánto más voy a vivir?
   Desde mi interminable tristeza y mis ternuras sin medida, desde mi corporalidad construyo mi catedral. Lo que usted celebra me ha adelgazado y consumido. En la montaña yo lo he alimentado y usted mira el valle de las amabilidades. En aquella cima, del otro lado, se alza mi catedral que nunca completaré. Pero al fundamento de locura que me sustenta no lo ha visto. Imperceptiblemente lo he guiado por allí y tampoco. Exactamente lo que yo buscaba.
   De no poder hacer lo que quiero, de no querer lo que puedo, de desear lo que no tengo y no soy; y de no ambicionar lo que tengo y de no querer estar en donde estoy, de la nostalgia del pasado, aquello que ya fue y al principio fue entendido; y de esperar que algo venga y nunca viene; desde mi horrible melancolía y mi helada  soledad, desde todas estas cosas que pudieron haberme arruinado como se han arruinado tantos, desde todas estas cosas construyo mi catedral. Y mi catedral está allí como una alegría. Brilla al sol con sus dos torres, incompleta para llegar más alto.
   La vida es un sueño, dice usted bien. Desgraciadamente en estos tiempos sueño mucho con hambre y pies mojados y señores que  me consideran debajo de su nivel. Últimamente estoy soñando tan horrible... Que a mi jefe, ni siquiera mi jefe, a mi sub-jefe saludo familiarmente en un restaurante de la Estación Weesperpoort , y que un caballero distinguido, que lo conocía, lo mira casualmente y lo escucha y le pregunta quién es  el señor y después dice que él no querría que uno de sus empleados lo salude de esa manera. Usted, lector, que probablemente es educado en cierta medida, ¿escuchó alguna vez a otros caballeros hablando de sus empleados? Posiblemente no. No me arriesgo a decir que verdaderos caballeros hablan acerca de esto fuera de la oficina.
   Fue un sueño demasiado pesado para alguien que construye catedrales. Y para los de nuestra clase es siempre aconsejable ser alguien en el mundo.
   ¿Y cuántas veces estoy soñando que debo dirigirme hacia dos señores (otra vez los señores) sentados mientras tengo que permanecer de pie sin decir palabra sin que noten mi presencia ya que sus trajes son más caros que el mío y, ante todo, sus zapatos y ropas les sientan mejor?
   Y luego puedo, muy tímidamente, como si los señores ya lo supieran, tomar la palabra donde los cuatro estaban esperando. Y hay dos que se van. Los cuatro se ponen de pie y se despiden con muchos apretones y halagos y amables sonrisas y dando la mano y para ellos está muy claro cuán caballeros son mientras estoy ahí olvidado o casi olvidado.
   Esos son sueños pesados. Los señores tienen razón, ¿qué saben ellos de catedrales? Y usted estaría también muy reservado y hasta un poco irritado cuando me cruce mañana en la calle y yo lo salude familiarmente y usted camine junto a un caballero de su clase. Y usted tendría razón. Yo no debería mirar sus mujeres con descaro.
   La vida es realmente un sueño. Pero si construyo mi catedral yo sueño, ¡por Dios!, no, que estoy despierto y veo claramente que aquellos señores hace mucho ya deberían estar en sus caros sepulcros familiares (si es que no se hacen cremar porque para la muerte no son señores estrechos), que deberían estar en sus caros sepulcros desde hace tiempo mientras mi incompleta catedral todavía brilla al sol, toda alegría.
   Y ahora podría preguntarle a usted si algo está más claro con la Revolución Rusa.
 
(13 de octubre de 1918)
   Espero que no haya creído nada del capítulo anterior. Si es así entonces, vuelvo a sentirme tranquilo.
   Aquello no puede ser verdad, lo del saludo en el restaurante de la estación en Weesperpoort. ¿Y tan flaco y débil? Tiene que verlo.  Y la horrible melancolía. Yo no soy chistoso.
   ¿Cuándo empieza realmente la historia? Le he prometido una gran novela, ¿no lo dije todavía? Tengo nuevamente el plan de escribir un gran libro que nunca escribiré y alguien debería hacerlo para hacerse famoso, como dicen. Una larga novela de hormigón armado, en lo posible dividida en dos partes y muy épica. Porque USTED sabe que las historias épicas son el género más alto de la literatura. Eso también lo leí por ahí. Escriben cualquier cosa. Hacen literatura, literatura muerta y otras obras de arte, (sin parar) y no se mueren de eso. El tiempo de las catedrales ya pasó.
   Pero USTED tiene que tener un poco de paciencia conmigo. Estoy empezando, en realidad la novela ya está empezada. ya estamos, digamos, en la mitad, algo que USTED no notó todavía.
   Anoche hubo la noticia de que las Centrales aceptaron las propuestas de Wipon. Esta mañana fui a la ciudad para ver si había borrachos. era una grisácea mañana de domingo en octubre y los arbolitos del Damrak apenas tenían hojas. El Ij estaba tan tranquilo, tan gris azulado, y pensé con algunas largas arrugas que, calladamente, el año llegaba a su fin. Pero no había nadie en la calle, no había borrachos ni banderas. Me interesa, cuando los zapatos cambien de dirección.
   Octubre es especialmente bello este  año, vivimos en una ciudad dorada, gratis; no querría ser un señor ni por cien mil billetes. Prefiero seguir como soy, un pedacito de caballero que cerca de las orillas camina donde los árboles y a cada paso se detiene y gira como alguien que está un poco desordenado. Y no llueve más, hace días que no llueve y no sueño más con pies mojados. Me despierto. Bien desordenado.
   ¡La novela, mi estimado señor! Estamos por la mitad.
   No había nadie por el Herengracht. El verde y el dorado coronan los árboles que todavía estaban completos. Una a una caían las marrones y amarillas hojas, lentamente, se las podía contar mientras caían. Se posaban sobre las piedras húmedas y negras. En un charquito había otras diferentes. El agua del canal estaba cubierto por una pradera de hojas.

Nescio (J.H.F.Grönloh jr.)

-versión del neerlandés de F. Russo-