jueves, 27 de diciembre de 2007

Yo no sabía (Piazzolla/ Ferrer)

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(grabado por F.R. en 1997 junto al pianista Juan Pablo Dobal una noche en el taller de pianos Erard de Frits Janmaat en Amsterdam)

sábado, 22 de diciembre de 2007

Tachame la doble (a Hernán Salinas, in memoriam)

audio

cantor con hambre de poeta
escena misteriosa
del bien después del mal,
tu insomnio brilló donde otros sueñan quemándose
en la hoguera de la fatalidad
cantor
entreverado con tu pena
salías a contarle la suya a los demás
y ahí
cuando dolía
te daba por cantar la luna de algún tango proxeneta
abierta en mariposa
con ganas de volar a un cielo de milongas con ojeras
contando las monedas para desayunar

dirán que fuiste o que mal fuiste
pero cantor te hiciste
remando la ciudad
a veces
porque la gola insiste
cantabas sin decirte
a fuerza de pensar
y ahora
gorrión del ala triste
embate que resiste
la mersa del gotán
te escucho
los versos que aún no existen
de la ciudad que viste
y que algún día será

caló tan hondo en la tristeza de un piano desfondado
tu voz de sangre y sal
que un valse de sáficas muñecas
te arranca en un mordente el fiato del final
tachame la doble
y aunque duela sacá del cubilete un tango sin edad
la historia que se corta
ahora que te vas con todo lo que canta y que nos cuesta
el cacho de uno mismo que no aprendió a llorar las cosas
que perdimos por ser nuestras la noche
y la promesa del día que vendrá.
( Letra y música: F.R. Grabado para el CD El Bardo, junto a Hernán Reinaudo en guitarra, abril de 2005)

sábado, 3 de noviembre de 2007

Encapullamiento (cocooning) por Peter Sloterdijk


Cocooning es el acto que aisla o oculta del ambiente social normal, que se puede percibir como perturbador, peligroso o de alguna manera incómodo, al menos en lo inmediato. La tecnología ha posibilitado esta huida del cocooning más fácilmente que antes. El teléfono y el Internet son las invenciones que hicieron posible una clase de cocooning socializado en el cuál se puede vivir en el aislamiento físico mientras que se mantiene un tele o ciber-contacto con otros.(..)Un ejemplo común de cocooning hogar está basado en permanecer en casa para mirar videos en vez de ir a los cines. El cocooning que vaga es evidente en los que ejerciten o caminen alrededor de la ciudad mientras que siguen estando conectados con los auriculares a un mundo privado, el de su personal sonido. Las tecnologías inalámbricas como los teléfonos celulares y PDAs han agregado una nueva dimensión de cocooning social al cocooning que vagaba permitiendo que la gente incluya selectivamente a otras en su capullo móvil.

domingo, 21 de octubre de 2007

La mamá de Goyeneche


Como a muchos, esos artículos publicados en el suplemento Ñ del Diario Clarín el 18 de agosto de 2007 me incomodaron las agallas de laburante del Tango y, además, creo que se esconde una trampa en la pregunta-título admonitoria ("¿El Tango se quedó sin letra?").
Por un lado, quizás en el carácter espiralado y vertical de los procesos históricos, adn de la cultura, en este caso estemos experimentando la presencia de la danza como hubo un momento para las orquestas y otro momento para los cantores/cantoras, y estos procesos tienden a resignificarse en largos períodos generacionales retornando en nuevas formas. Por otro lado, la letrística del tango, en alguna medida, es fagocitada por su propio mito sencillista no abundando, como en otras épocas, poetas madurados en el estudio y la lectura que podían mantener, sin ningún esfuerzo, la riqueza de su personalidad alternado los libros con el bar, la calle y el teatro. Este fue un país culto, ya no lo es. La educación fue minada consuetudinariamente desde mediados de los años '70 y no hay la misma relación que antes había con la cultura, que era un hecho cotidiano y no un "algo" especial que surge tras determinada decisión. Salvando las grandes excepciones de poetas actuales en el Tango, cuyas obras traslucen la ávida y placentera lectura de la poesía en general, la mayoría de los intentos quedan en una recurrencia a lugares comunes. Que una obra artística llegue a su público no depende del tema que toque. Un buen tango canción no lo es porque se ambiente en determinado barrio, haya un malvón, un patio, o intente ser moderno juntando, pobre Discépolo, internet con el mate. La clave no está ahí sino en la calidad poética que sólo se alcanza con estudio e inspiración, nunca solamente una de las dos. Y esto no vale solo respecto de la letrística. También los intérpretes deben desarollar la lectura de poesía, la comprensión que permite presentar esa historia o escena al cantar o instrumentar una obra. Recuerdo el living de la casa de Goyeneche en la calle Melián de Saavedra: una modesta biblioteca que se floreaba con variada poesía desde Baulelaire hasta Alejandra Pizarnik, desde los Surrealistas franceses hasta Quevedo, desde Darío hasta Gelman. El hombre decía que era Profesor de Gramática como su madre.

Tango y Fusión

El tema sólo lleva a un vórtice en giro constante y sin desagote, tal vez no agregue más que lo siguiente. Por mi parte, y es sólo mi punto de vista, no tiene sentido seguir pensando de manera binaria (tango o no tango), recurso y costumbre usual del conservadurismo, siempre temeroso de todo aquello que salga de la fórmula ser/no ser, blanco/negro, nacional/extranjero, etc./etc. En cambio, prefiero tener una visión polivalente de los hechos en tanto se significan por multiplicidad de influencias, tan diversas, a veces, que suele sorprenderme esa energía. El Tango, desde los años '20, siempre experimentó su crisis, su muerte, su deformación, su aniquilamiento, su pérdida de identidad, todos conceptos humanistas y conservadores, binarios, duales. Y siempre el Tango siguió adelante. Ha demostrado que, como buen argentino, le gusta exagerar sus crisis pero sigue vivito y coleando. El Tango no me necesita para defenderse. Así que toda combinación de elementos del Tango con o en otros géneros, no le hizo nunca mella a su escencia, a su alma, a su Tanguidad. El Tango, a mi parecer, nace de un "guiso", esa combinación de elementos disímiles que derivan, en su confusión, en un arte magnífico con destino universal. En ese cocido nutritivo diferentes culturas agregaron sus condimentos sin receta y tiene su propia identidad. Una hibridación supone otra cosa, la anulación de lo nutritivo, lo generativo, de la identidad. La fusión como género musical surge a fines de los años '60 con la Mahavishnu de Mac Louglin, que integraba sonidos de la India con occidentales, y también hay Jazz Fusion, ¿por qué no pudiera haber un Tango Fusion si existe el ritmo tango milonga? Salúd a Piana. ¿Tango polivalente? El Tango no nos necesita para defenderlo de nada y de nadie, sólo espera que lo disfrutemos. No hay Tango sin Tanguidad y, como la belleza lo es para los ojos, también tiene que estar en el alma del que escucha para ser.

Comentario de Astracán acerca de bar El Cairo

es curioso, El Cairo era el bar con menos encanto del mundo. Era como un bar de estacion de omnibus, mesas de nerolitex blanco teta con pátina grasienta del mismo trapo rejilla, sillas estilo iglesia evangélica bañado todo por ese embrujo de escuela nocturna que dan los tubos fluorescentes, poblado por un ejercito de miradores de culos . doble flanco: culos de Sarmiento, culos de Santa Fe. desfile de los lisiados de las universidades y reparto de hijos de sábado por la mañana. Ahora es una tienda con encanto Astracán

viernes, 19 de octubre de 2007

Una visión dadaísta de Francis Picabia


"Para tener genio hay que poseer un terreno en donde hacerlo crecer, pienso que nuestra tierra, de momento, está agotada. Se le han echado demasiados abonos químicos, los auténticos bacilos han desaparecido, ¡ahora nos vemos en la necesidad de fabricar abonos falsos! Es el triunfo de los escalpelos y de lo sublimado, ¡se hace vivir artificialmente a los cerebros en las mesas de operación mientras se olvida a los corazones en el anfiteatro! Hay tanto genio trucado que si por azar se presentase uno de verdad, nadie querría reconocerlo, sería puesto en ridículo por esa multitud que solo se ocupa de la moda."

de Caravanserail, Francis Picabia, París, 1924.

martes, 25 de septiembre de 2007

Bar El cairo, Rosario, septiembre de 2007


El antiguo caserón se delata todavía en las paredes rosadas que, a modo decorativo, dan un aire bohemio al viejo bar modernizado con amplias pantallas de TV y publicidad cibernética. Está a la vista que el café cae en un cierto esnobismo lenta pero decididamente. El pequeño escenario, más que nada una tarima, recuerda al fallecido escritor que vio a lo largo de los años la evolución de su lugar de encuentro con amigos; Fontanarrosa preside la sala desde un retrato sobre una escueta mesa tijera de metal y una silla vacía. Como con los cafés tradicionales de Buenos Aires, aquí también la opción es cambiar o desaparecer. Habiendo sido la primera opción, la clientela actual encuentra una solución a sus contradicciones de clase mostrándose en una escenografía bohemia pero pulcra, de cuidado desorden y ese perfume a recato puritano que la lógica planetaria del mercado impone desde su origen anglosajón, bohemios por un rato que no pierden sus prerrogativas pequeño-burguesas. Como la puesta en acto de una nostalgia que viene de tiempos idealistas, parece un ancla que ayuda a mantener sonando y tensa la cuerda de la rebelión y del presente constante. Más cerca de un grand café europeo que de un boliche portuario del sur, El Cairo asoma intentando sostener su propio mito. El antiguo samovar que da a los ventanales de la calle Sarmiento se empaña por el aliento de tantas voces en murmullos bajo el alto techo color humo. El humo es lo que falta. También aquí nos prohíben fumar.

sábado, 18 de agosto de 2007

Polonia

De camino a la omnipresente estación de King’s Cross solía detenerme frente a la que fuera una de las casas que habitó Virginia Wolf, en Bloomsbury, ahora convertida en la Virgina Woolf’s Hamburguers. Por extraño que parezca, esta falta total de sensibilidad por parte de los londinenses o de quienes rigen los destinos de la ciudad, me pareció proporcional a su mal gusto. A pocas calles de allí se levanta un complejo habitacional, una especie de manzana rodeada por monobloques, que tiene en el centro una plaza de cemento con un gran supermercado a un costado donde la verdura y las hortalizas estaban siempre fuera de condición, al que un amigo local llamaba “Polonia” por su aspecto sucio, alienante, antiestético y peligroso en las noches frías y solitarias de aquel barrio. Él sólo intentaba trazar una dicotomía entre lo que comúnmente pudo haber sido Londres y en lo que se había convertido por la inmigración que trajo la caída del Muro de Berlín. De todos modos, los polacos no tenían mucho brillo según las mentes de los europeos que habían superado los cuarenta años. Esta nueva xenofobia provenía, como siempre, de miedos antiguos, de mitos que no encontraron justa representación en las mejores obras de arte de sus tiempos aunque sí en batallas militares y en grandes planes de exterminio. De algún modo, había que matar al polaco o al yugoslavo o al marroquí o a todo aquel que pudiera tentarse en, por su sola presencia, modificar algo hacia el futuro. Tal vez, era como aquella prevención hacia sus seguidores argentinos de parte de Gombrowicz cuando subía al barco de regreso a Europa en los '60: “¡Maten a Borges!”. El polaco, Londres, Borges. Borges y Witold. Dicotomías. Pudo Borges haberse sentado a la gran mesa de roble del edificio Canning, a metros de la amplia Embajada Argentina en Belgrave Square, como si de él dependiera la exportación de carnes, el pedido por un rey o el amor por Conrad, el polaco.

domingo, 8 de julio de 2007

1936, Homero Manzi habla del Tango


(en la foto, Piazzolla y Gardel haciendo historia)

“Para dar mi opinión quiero dejar de lado un término que oscurece el asunto: Folklore. Para mí hay solamente música argentina. Y los es tanto la del campo como la de la ciudad con diferencias, claro está, nacidas de su diverso origen. La música del campo, danzas y canciones, tiene la ventaja tradicional de contar con el apoyo del tiempo, ya que sus antecedentes se remontan a mezcladas y arcaicas expresiones de la música india y la espa-ñola, expresiones que contaron para tomar una forma, con la trascendencia del paisaje. El estilo trae a su cincha el alma de la pampa; el bailecito, la repicada repercusión de las montañas. La vidala, el rumor del viento hecho flecos al atravesar los filos de los bosques; y así en todo, cielo, sol, lluvia, nieve, viento, estrellas; lo de menos es el hombre; lo de menos, en actitud de reflexiva conciencia, convertido en intérprete telúrico de hondas fuerzas naturales. En raíz de la tierra.
La música de la ciudad -el Tango- en cambio, tiene la extensión de las pasiones; es música sacada de adentro: ríe, ama, odia, ridiculiza; y por encima de todo el vértigo de los puertos, de las razas, de los vientos y de las velas que traen canciones y nostalgias enganchadas en sus banderines.
Sin embargo, sería injusticia calificar de extranjera la música de la ciudad. Ella ha sabido argentinizarse en un legítimo y encariñado manoseo con la ciudad: con el vigilante ochocentista, con el cuarteador de fin de si-glo, con el compadraje carnavalesco de los barrios, con las guitarra, con las esquinas y con los bodegones, con las chicas desasosegadas por una espe-ranza y que esperan en la inútil balaustrada rosa, que descubrió Jorge Luis Borges; con la dramaticidad grotesca del hogar proletario, desacomodado a fuerza de alcohol y malas pasiones; con la aspiración criollizante del hijo del gringo: Juan Moreira sentimental y tímido; con todo ese embarullado juego de personajes y asuntos que hicieron mutis por el practicable de la vida moderna.
Por eso el Tango de hoy, el verdadero, ¿qué debiera traducir?
A mi entender, la nostalgia de toda esa desaparición, que sólo se puede llorar en dos por cuatro.
Y por eso también, a mi juicio, sólo tendrán patente de persistencia los tangos que traigan ese soplo evocativo, los que sepan ponernos frente al cuadro y al personaje del novecientos. Los que resumen el dolor porteño del contraste de ayer y hoy; los que nos reconcilien con todos los rincones y todas las costumbres desaparecidas; los que tengan ese filete filosófico-sentimental heredado de los payadores patrioteros, puristas y amigos de los amplios alardes.
El otro tango, el del estribillo y la historia de un dolor, es sólo cou-plet, sin ciudadanía porteña, y los del amor lacrimógeno constituyen una invasión de los versitos del trópico, no de la danza recia del trópico, entién-dase, sino de las cancioncillas ésas tan en boga y que carecen de sexo y de vértebras.”

jueves, 22 de marzo de 2007

Chantango, por Juan Carlos Báez

(soneto que evoca un término acuñado en el artículo La tanguidad, en este mismo blog, año 2006, diciembre, Tango con Cortes. Publicado en el foro de www.sentirtango.com)

Hoy el profe Fabián,te dió la cana
por gilberto,ranún y por estaso.
El mismo tango de dará un biandazo
y vas a quedar como badana.

Dejáte gilastrún de hacer macana,
aprendiste un tecor y ya sos... Virulazo,
lo que bailás es fule...es fulerazo,
pero vos no aflojás,y sos un rana

que creés tener la olla por el mango
dandole el "for export" a nuestro tango.
Tenés que gastar suela en la yeca

pa´poder manyar algo del tanguango.
Si querés algún rebusque para el mango
¡andá a juntar monedas en el breca!

jueves, 15 de marzo de 2007

Octógono/Bardo

Desde un punto de vista simbólico, el octógono representa el enlace entre el cuadrado y la curvatura de la esfera. Es sabido que, en las ciencias sagradas aplicadas al arte, el cuadrado estaba relacionado con la Tierra por sus cuatro elementos, o sus cuatro puntos cardinales; por eso, casi siempre se utilizaba en el románico o en el gótico como base de la columna que se unía al arco o al circulo situado en lo mas alto del templo o del edificio. La forma circular, por su perfección, sin aristas, y al mismo tiempo por su sentido de la globalidad que todo lo abarca, sé refería al cielo, a la realidad divina, o a la materia primordial del Universo. El octógono era así, por consiguiente, el puente que resolvía la unión entre el Cielo y la Tierra, permitiendo -como en el caso de la columna- él transito de espíritus, Ángeles y hombres de un lado al otro, en una suerte de Cosmos no quebrado. El polígono de los ocho lados aportaba, asimismo, la polaridad de la búsqueda: cuando la esfera estaba situada dentro del cuadrado, en una variante de la doctrina, entonces el octógono indicaba el camino hacia la interioridad, el paso de lo cuantitativo a lo cualitativo, la vía hacia el latido del corazón, la senda del retorno hacia la madre siempre Virgen del Universo. Pero cuando era el circulo el que abarcaba al cuadrado, el símbolo afirmaba la presencia de la sabiduría divina abrazándolo y penetrándolo todo. El octógono, pues, era la síntesis, a la vez, de una disciplina -en este caso caballeresca de realización espiritual universal y de inspiración eminente en los principios eternos.

miércoles, 14 de marzo de 2007

La selva, por Césare Pavese


Lo selvático que nos interesa no es la naturaleza, el mar, la selva, sino lo imprevisto en el corazón de nuestros compañeros hombres. Aquello que con un simple esfuerzo de atención puede devenir voluntad deliberada. La ciudad, la mujer, gastan con nosotros una ferocidad de la cual toda tierra salvaje es solamente un símbolo. Desastres e intemperies nos encuentran resignados, nos dan la muerte, nos desencadenan en nosotros lo selvático, como hace la voluntad deliberada que a pasión contrapone pasión. Lo selvático inventa palabras, se trabaja a sí mismo para aclararse en palabras, que luego supuran por dentro y nos desgarran. Al principio es sólo naturaleza: la ciudad es un paisaje, son rocas, alturas, cielo, claros improvisados; la mujer es una fiera, una carne, un abrazo. Después se vuelve palabras; lo natural era sólo un símbolo, y al conocer lo selvático verdadero, hay que aullar.
¿Quién no ha aullado nunca delante de las cosas? La tiniebla de una fronda, los asaltos lastimeros del viento, la impotencia ante una fiebre, nos parecen ricos misterios, misterios de dolor y de peligro, a los que estamos tentados de dar la palabra, para conocerlos y poseerlos mejor. Y darles la palabra quiere decir reducirlos a un nivel humano y ciudadano, hacernos palabra de pronto, expresar y significar la turbia, atroz, pululante selva humana. No hay misterio en las cosas naturales, así como no hay pecado. Cuando más son símbolos. Decíamos entonces que lo propio de la ciudad y de la mujer –de la vida en común-, cuando hay voluntad deliberada, es residir en símbolos, al choque con los cuales también se tiende nuestra voluntad y, frustrada, nos deja impotentes ante el misterio, el único misterio verdaderamente intolerable que es el contraste de las voluntades.
¿Por qué tendemos a hablar de una mujer por medio de símbolos, a transformarla en cosa absolutamente natural, diciéndonos, por ejemplo, que ella es fiebre, ráfaga, fronda? ¿Buscamos defendernos, con eso, como nos defendemos transformando en paisaje una plaza, una huida por los techos, o abandonándonos a una muchedumbre como si fuese un río? Pero las palabras tienen una extraña vida: pronto se encarnan, y verdaderamente aquella mujer será para nosotros fiebre y fronda, verdaderamente la muchedumbre será río, y la ciudad paisaje, es decir, impasible para nosotros. Entonces se aviva nuestra pasión; la voluntad se debate, aunque comprendiendo que bajo aquellos símbolos y aquellas palabras hay una voluntad adversa que resiste, que es ella misma un misterio perenne, en el cual nosotros no podemos agotarnos y que tampoco nunca podrá agotarse en nosotros. Aquí está lo selvático verdadero. La soledad en un bosque, en un campo de trigo, puede ser temible, puede matar, pero no nos asusta ni nos mata como hombres, como voluntades apasionadas. Solamente los otros pueden hacernos eso –los otros, el prójimo, la mujer, los compañeros, nuestros hijos. Frente a éstos, frente a la ciudad, sufrimos, siempre sufrimos a fondo. Nos cambiamos símbolos y palabras, cambiamos golpes, nos tendemos la mano, nos enjugamos a veces el sudor, pero al final del día, fatigados, nos damos cuenta de que con nosotros no hay nadie. Y sin embargo sabemos que toda nuestra fatiga tenía el único fin de no dejarnos con las manos vacías. ¿Se puede aceptar esto?
Debemos aceptarlo. Basta pensar lo que sería el fin del día, y el mañana, el porvenir, si desaparecieran los símbolos, si se desvaneciese el misterio, si de noche no estuviésemos solos. Estaríamos más muertos que los muertos. Ignoraríamos el desear algo. Ignoraríamos que el prójimo –la ciudad, la mujer- siendo sólo misterio, espera de nosotros el golpe y la mano, espera ser desvelado y atormentado, enfrentando a su dolor y a su misterio. Si fuese posible destruir los símbolos, todos los símbolos, nos destruiríamos solamente a nosotros mismos. Podemos descubrirnos siempre más ricos, más sutiles, más verdaderos, podemos sustituirnos, no negar la voluntad que está debajo, la voluntad adversa. En ella tenemos la sangre, el aliento, el hambre. No se escapa a la selva. También ella es un símbolo.
Quien olvida esto y se abandona al dulce sueño –a la confianza de que la mujer y la ciudad no sean sangre, aliento, hambre- se encontrará igualmente solo, desvelado, más solo que nunca. Pero se habrá perdido también a sí mismo. ¿De qué sirve conquistar todo el mundo si uno se pierde a sí mismo? Le tocará, de bastarle las fuerzas, reencontrarse quién sabe dónde. En la saciedad, en la vergûenza, en la muerte. Pero no fuera de la selva.
Debemos aceptar los símbolos –el misterio de cada uno- con la tranquila convicción con que se aceptan las cosas naturales. La ciudad nos da símbolos como el campo nos da frutos. Pero ninguno conoce o posee la planta. Viene de otro mundo. Se deja sembrar o podar, se deja abatir y quemar, pero ¿quién puede decir que esa planta es cosa suya? ¿Quién puede decir que ha tocado el fondo de una voluntad ajena? A veces parece que destruir fuera el único modo. Y está bien. Pero destruir una sola voluntad, una sola planta, si bien es posible, es menos que nada: habrá que pasar a otra, a otra más, y así hasta el infinito. Estupideces. Se tendrá un mundo desierto, una estepa. Que es, después de todo, otro nombre de la selva. Tanto vale aceptar el misterio y poblar la ciudad de símbolos, y el campo de presencias. Y amar todo esto, con cautela desesperada.


(de El oficio del poeta, 1954)

sábado, 10 de marzo de 2007

A que no saben...por Liliana Palavecino


La expansión oriental no tiene límites. Y no estoy hablando de Japón. Estoy hablando de Uruguay. Y no estoy hablando de papeleras ni nada que se le parezca. Hablo de esa tendencia a adjudicarse el origen de ciertos emblemas de los que Gardel y el dulce de leche son solo ejemplos. Ya sé que no vengo a descubrir nada, y hasta debo confesar que para una admiradora de la música y la literatura uruguaya este rasgo resultaba ya a esta altura de la vida menos indignante que simpático. Quiero decir, ese afán de "penetración cultural uruguaya" (como dijo un amigo cuando le preguntaron qué le había parecido el libro que le regalara otro amigo, montevideano: "Es un policial, está bueno, pero lleno de datos sobre Uruguay y Gardel que... no sé bien, me da desconfianza, ¿viste que ellos hacen una especie de penetración cultural de lo uruguayo cada vez que pueden?"). Pero bueno, todo tiene un límite. Así que más allá de Onetti, la murga uruguaya, la Malena Muyala, me dio "cosita" ver la semana pasada en la ya definitivamente for export peatonal Sarandí, postales tangueras con la inscripción "Montevideo, cuna del tango" (bueno, está bien, a lo mejor era una alusión al Gardel tacuaremboense y en ese caso no estariamos ante nada nuevo). En fin, conté hasta diez y seguí de largo.
La siguiente vez no pude contar hasta diez y (por suerte) mi explosión fue una carcajada larga, muy larga y una risa de varios minutos que acompañó nuestro interlocutor. El tipo (responsable en ese momento de una institución pública que ofrece un archivo muy interesante para copiar voces de escritores, políticos y figuras destacadas del SXX) era uno de esos uruguayos verborrágicos, simpático y con inquietudes e intereses de lo más variado. Ya nos había comentado sobre el nuevo espectáculo de "Queso magro", sobre qué playa era la mejor para asistir a la fiesta de Iemanjá, a qué murga no podíamos dejar de ver esa noche, qué actitud tomar ante el conflicto por las papeleras, etc. etc., cuando comenzó a hablar de una serie de investigaciones que estaban por ser publicadas. En este punto pensé: "Bueno, era inevitable, ahora va a intentar convencernos de que Gardel nació en Tacuarembó". Y si bien algo tenía que ver Gardel en todo esto, el punto no era Gardel, sino el supuesto padre. Hombre de una vida muy interesante y digno de ser el protagonista de una novela (en palabras de nuestro anfitrión), el coronel Escayola al parecer tuvo tiempo para todo. Fue militar, participó de la Guerra de la Triple Alianza, fue el hombre fuerte de Tacuarembó, se casó con tres hermanas al tiempo que mantenía relaciones con la madre de estas mujeres, tuvo amoríos con cuanta mina se le cruzó en el camino y algo así como 50 hijos (entre los que estaba Gardel, por supuesto, no se iba a privar de decirlo). Nada extraño, si pensamos en la vida de Urquiza o tantos otros caudillos. El caso es que además el tal Escayola era un hombre muy culto, y solía ir al teatro cada vez que podía: viajaba a Montevideo, a Europa y a EEUU. Su afición por el teatro lo llevó a construir uno en Tacuarembó, en aquella época. Hasta acá todo más que interesante en el discurso de nuestro amigo, pero yo ya estaba rogando que retomara el hilo cuando lo hizo solito. Las últimas investigaciones sobre la vida de Escayola, nos contó, se centran en el período de su viaje a EEUU y hay varios documentos, datos y testigos que llevan a "sospechar" (no usó esta palabra, pero siento que cometo un sacrilegio si transcribo el verbo que él usó, que es "afirmar") que sería padre de nada más y nada menos que de... Frank Sinatra. Sí, tal como lo leen, dijo "Frank Sinatra", así, muy serio, y muy suelto de cuerpo, el tipo. En esta parte fue la explosión de mi risa, (y que me perdonen Galeano, Fernando Cabrera, Jaime Roos y tantos otros uruguayos amados pero mi risa en ese momento fue de indignación, algo asi como un "Andáááá..." muy pero muy largo) que él no pudo más que acompañar unos cuantos minutos (todo lo que me duró, o sea hasta que nos despedimos).
Cuando me fui de ahí me seguí riendo, pero unos días después me puse a pensar con alarma en quiénes serán los próximos objetos de apropiación (y por ende, medio hermanos de Gardel), y se me ocurrió, por ejemplo, John Lennon. Hijo de madre soltera, se sabe que su padre era un marino que lo quiso ver cuando triunfaba con los Beatles, pero pudo ser solo un oportunista y el verdadero padre, Escayola. ¿Acaso no viajaba con frecuencia a Europa? (sí, sí, está el inconveniente de las fechas pero ya alguno se las va a ingeniar para decir que en realidad para 1940 , con casi 100 años, el coronel seguía vivo y dándole hijos ilustres al mundo...).
Como esta idea me asustó muchísimo (¿hasta dónde piensan llegar los del paisito?), no quise seguir con el tema, pero que no les sorprenda si en los próximos tiempos nos enteramos de que también son hijos del Coronel Escayola:
Edith Piaf
Vinicius de Moraes
Billie Halliday
George Brassens
Janis Joplin
...
¿Se les ocurre alguien más? Imagino que sí, pero mejor no completar la lista, no sea cosa que estemos dando ideas y no lo sepamos.


(gracias, Lili)

miércoles, 14 de febrero de 2007

Icositetraedro


"En algún momento durante el abril o mayo de 1907, en su V cuaderno, Picasso se embarcaba en uno de sus más extremas experimentaciones geométricas. Allí puede verse un estudio completamente innovador acerca de proporciones en donde una figura de mujer es facetada hacia formas diamantinas relacionadas entre sí mediante círculos. En su "Histoire anecdotique du Cubisme", Salmon tuvo estos bocetos en mente cuando escribió que Picasso había "meditado acerca de la geometría".

Podemos imaginar la sorpresa de Salmon ante lo arriesgado de la experiencia de Picasso. La única fuente de la que Picasso pudo haber aprendido algo de geometría era la obra de Princet. ¿Pudo Picasso tomar la idea del facetado conociendo las proyecciones de Jouffret acerca de objetos tetradimensionales sobre un plano?

Las figuras de Jouffret, con su facetado extremo, son generadas mediante un método analítico de rotación de poliedros complejos hasta obtener diferentes puntos de vista o perspectivas que permitan observar su estructura en cuatro dimansiones sobre un plano. Esta técnica es ya un lugar común en la actual técnica de software en computación."


Arthur I. Miller, "Space, Time, and the beauty that causes havoc", 2001.

(extracto, cap. 6, trad. F.R.)

martes, 30 de enero de 2007

Poema Inacabat (extracto) Gabriel Ferrater

Ingenus que són. Els poetes,
ben cert que som uns mentiders
peró abans i encara més
cert és que som uns egoistes.
Compta que no direm mentides
de nosaltres. La veritat
ens sembla més interessant
perqué ens porta nosaltres dintre.

del Poema Inacabat, Gabriel Ferrater

( Ingenuos de ellos. Los poetas
somos mentirosos, es cierto,
pero aún más, y ahora no miento,
lo es que somos egoístas.
No hemos de decir mentiras
sobre nosotros. La verdad
pensamos que interesa más
porque nosotros vamos dentro.)