domingo, 19 de noviembre de 2006

Fabián Russo: El Bardo



Fuente: Tango Siglo XXI

Es muy bueno el CD que acaba de presentar este artista del tango: autor, compositor, cantor, arreglador. Una de esas cosas que sorprenden, que obligan a preguntarse por donde andaba, porqué recién ahora, aunque nunca es tarde...

La ecuación es casi infalible tratándose de argentinos, artistas, poetas, cantantes y por sobre todo gente de tango. Si uno les perdió la huella o el nombre no asoma tan fácil en la computadora que funciona de la mejor manera, esto es a neurona pura, seguro que el currículo habla mucho del exterior, en especial Europa. Con Fabián Russo pasa eso. Se instaló en Ámsterdam, ciudad maravillosa a la que alguna vez habrá que rendirle un debido homenaje. Quizá no tenga a estos efectos el mismo perfume de París, el de Manuel Pizarro, Eduardo Arolas, Francisco Canaro, Carlos Gardel y Astor Piazzolla, pero cuidado que ha hecho bastante por la onda tango en los últimos 100 años. Hay una tenue historia que cuenta que fue en Ámsterdam donde subió a cubierta el marinero que trajo al río de la Plata el primer bandoneón Si esto fuera verdad apenas al cinco por ciento, bastaría para edificar en alguna calle de la Zona Roja (punto de referencia Krasnopolsky Hotel) una tanguería autóctona, de esas que perdió Buenos Aires, donde de tanto pensar en el turismo que viene al tango (cosa que no está mal), los poderes se olvidaron de buenos escenarios para los nativos que siguen amando las cosas de esta ciudad, música incluida. Fabián Russo fue uno de los fundadores de ese Sexteto Canyengue, lo que aporta un dato fuerte a sus méritos musicales. Y va otro, ahora artístico: no hay muchos Fabián Russo en la escena del tango, aquí o en cualquiera otro lugar del planeta. El mismo personaje que acaba de presentar un disco titulado “El Bardo”, nombre sugestivo por donde uno mire. Bardo es batifondo, lío, quilombo, y también tiene una acepción bellísima: poeta, cantor. Apunten a esta última para encontrarse con el artista; la otra está en la esencia de sus poemas, algunos de los cuales se pueden avistar aquí mismo, además de escucharlos en el disco. Al fin y al cabo el Bardo, cualquiera sea la lectura, siempre está presente en nuestras vidas. ¿Quién no tiene un muerto en el ropero? Solo pensar en las heridas del corazón, que siempre sangran, siempre, y asomará el tormento. Ese abrazo inmortal de Piazzolla y Pugliese en Ámsterdam tiene aquí otro motivo de ser. Fabián Russo, en letra y música, tiene algo de bisagra tanguera, como los dos apellidos ilustres en la misma mesa. Lo prueba El Bardo, nombre del único tema instrumental que tiene el CD, que es otra rareza positiva: ¿Por qué solo uno siendo que el tipo (Russo) compone con gusto y autoridad? Es un tangazo, casi-casi un repaso histórico de ese siglo ya anotado. Como cantor que es, bueno, afinado, clásico de todos los tiempos (esto es poner la voz donde se debe), Fabián optó más por su vena poética, aunque siempre está entreverado en la música de sus temas, componiendo y arreglando. Y aquí vuelve a asomar el compendio: hay palabras e ideas que suenan al pasado, pero en situaciones de hoy, siglo XXI, que será tan complicado y difícil como el anterior, o quizá peor pensando en la injusticia que no cesa. Por ahí anda el dolor hecho canción, los suyos y los otros. Los tangos invitados apuntan a los años 30 y 40 insignes. Tres llevan el elogio, son poco cantados, no están en los discos que hacen por estos tiempos tangueros jóvenes y no tan jóvenes. Son verdaderas joyas: Sin lagrimas, Olvido, Absurdo. Excelente la conjunción Hernán Reinaudo (guitarra) y Pablo Mainetti (bandoneón), lo que responde a un par de premisas: 1) tocan en serio, saben de qué se trata; 2) los buenos arreglos (los de este CD) siempre hace que los buenos músicos se escuchen mejor. NG

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