"De acuerdo a la tradición Budista, desde tiempos sin principio hasta la fecha, nuestra vida ha sido determinada por el Karma, la colección de hábitos y tendencias físicos, mentales, emocionales y comunicativos que hemos venido generando desde el tiempo sin principio hasta la fecha, razón por la cual se afirma, mientras estos condicionamientos perduren, careceremos de genuina libertad.
Cuando alguna de las muchas semillas kármicas que hemos sembrado en nuestro continuo mental se encuentra con las causas propicias, se produce un resultado: una experiencia cotidiana que puede ser, agradable, desagradable o neutra. El resultado general de una vida determinada por la ignorancia o el crónico desconocimiento de la realidad, es la toma de renacimiento dentro del samsara, un estilo de existencia caracterizado por la presencia de incontrolables recurrentes renacimientos, dolor, insatisfacción y sufrimiento.
Tras la transición de la muerte clínica o el entre estado doloroso del morir, la conciencia pasa por una fase de existencia intermedia previa al renacimiento, denominada el Bardo o entre estado kármico de la existencia, para más tarde, con dependencia en una variedad de causas y condiciones, experimentar un renacimiento más definitivo en alguno de los múltiples reinos del samsara. A manera de metáfora podríamos decir que el karma es la semilla que se deposita dentro del flujo de la conciencia causal, la cual fertilizada por las causas de maduración del deseo y el apego, permite a esta semilla germinar en la conciencia resultante, fundamento del renacimiento.
Si en nuestra vida han predominado los estados de conciencia y acciones positivas, es muy probable que al empezar el trance de la muerte, dichas propensiones florezcan.
Si en nuestra vida han predominado los estados de conciencia y acciones positivas, es muy probable que al empezar el trance de la muerte, dichas propensiones florezcan. Pero si nuestras vivencias han sido principalmente perniciosas, la tendencia que se manifestará en el momento de la muerte será negativa. Si los potenciales positivos y negativos se han acumulado por igual, es incierto cual de los dos ejercerá su influencia determinante durante la transición del morir.Estos hechos son de una importancia capital, ya que si al empezar el proceso de la muerte nuestra mente se encuentra en un estado virtuoso como el del amor, la renuncia o la compasión, tanto la muerte como el bardo serán pacíficos y el nacimiento posterior afortunado, es decir, en un reino de existencia superior. Pero, si nos controlan estados negativos tales como los del apego, el odio o la avaricia, la muerte y el bardo serán confusos y dolorosos y el nacimiento posterior será desafortunado, en un reino de existencia inferior.Quien en general ha vivido una existencia ética o correcta, pero en los últimos instantes de su vida es dominado por un estado mental negativo, podrá tener un bardo y nacimiento negativos. Sin embargo, la virtud que ha acumulado no se pierde y florecerá como causas constructivas dentro del ámbito de su nueva vida. Por el contrario, una persona malvada, que en sus últimos instantes de vida genera un estado mental muy positivo, podrá experimentar un bardo y un nacimiento afortunados, aunque arrastrará consigo su karma negativo, experimentando inexorablemente, de no purificarlo, sus resultados en el futuro. (...)El método para transformar directamente a la muerte, el bardo y el renacimiento en senderos que nos lleven a la Iluminación, nos lo ofrece el Tantra Superior o el denominado Anuttara Yoga Tantra. Este método tántrico consta de dos fases: el estado de generación y el de perfección. El primero transforma estos tres trances de manera indirecta y el segundo lo hace directamente. Pero hay algo muy importante a tener en cuenta, la práctica tántrica debe cimentarse en los tres aspectos principales del camino a la Iluminación: la renuncia, el desarrollo de la mente altruista y el entendimiento del vacío. Desde tiempos sin principio y vida tras vida, hemos venido experimentando la muerte, el estado intermedio y el renacimiento. Para abordar el proceso de la muerte según le acontece al ser humano, la tradición budista contempla como indispensable explorar la naturaleza de nuestra propia existencia. El ser humano está conformado por seis substancias que pueden ser clasificadas de dos maneras: en la primera, se le ve como una entidad caracterizada por una variedad de elementos constitutivos: tierra, agua, fuego, aire, canales y gotas; en la segunda, como una constituida por diferentes aspectos materiales: hueso, tuétano y semen -proce¬dentes del padre- sangre, piel y carne -procedentes de la madre-.
A través del proceso reproductivo material, nuestros padres nos proporcionan con el cuerpo o base fisiológica que sustenta a la vida biológica. No obstante, la tradición budista afirma, la mente o conciencia no surge meramente como una propiedad emergente del organismo físico. La conciencia es una entidad inmaterial, caracterizada o definida como mera claridad y darse cuenta. Todo ser humano posee un cuerpo burdo que podemos ver y tocar, uno sutil conformado por canales o nervaduras energéticas, vientos o energías sutiles, centros de ensamble energético y gotas neurales, así como un cuerpo todavía más etéreo, conocido como el cuerpo más sutil a donde reside a lo largo de la vida la conciencia primigenia, la luz clara de la mente.El cuerpo sutil está constituido por setenta y dos mil canales, los más importantes siendo el canal central que recorre el cuerpo desde la coronilla de la cabeza hasta el órgano sexual, paralelo a la columna vertebral, y los dos canales o nervaduras laterales, situados a la izquierda y la derecha del canal central. A lo largo de la vida por lo general el canal central se encuentra bloqueado en distintos puntos de su recorrido, viéndose obligadas nuestras energías sutiles y gotas neurales a fluir por los dos canales adyacentes al canal central. Como resultado de este proceso, los canales adyacentes suelen dilatarse, constriñendo aún más el flujo de la energía y gotas neurales por el canal central.
Estos bloqueos son como un enroscamiento de los canales laterales sobre el central, culminando en su estrangulamiento en diversos puntos denominados chakras o ruedas, localizadas en la coronilla, garganta, corazón, ombligo, lugar secreto y órganos sexuales. Los aires o energías sutiles que circulan por los distintos canales, solamente pueden penetrar en el central en el momento de la muerte, o a través de poderosas prácticas meditativas propias de los sistemas tántricos. Se dice de quien practica el Tantra superior sin tacha, trabajando correctamente con sus canales, aires y gotas, puede llegar a la Iluminación en tan solo una vida.El poder de los aires o energías internas que fluyen por nuestros canales, hace posibles las distintas funciones fisiológicas que lleva a cabo nuestro cuerpo.
Algunos de estos aires sirven como "monturas" para los distintos estados mentales que también pueden ser burdos, sutiles y muy sutiles funcionando en dependencia de “cuerpos” o estructuras concomitantes.A lo largo del proceso de la muerte, el cuerpo burdo se disuelve en el sutil y éste en el muy sutil. Del mismo modo, existen también tres niveles de mente o consciencia. Las consciencias sensoriales físicas (auditiva, gustativa, táctil, visual y olfativa) que son mentes de un sólo nivel: burdo. La consciencia mental que presenta tres dimensiones: burda, sutil y muy sutil; en donde las ochenta concepciones mentales pertenecen a la conciencia burda; los tres estados denominados: apariencia blanca, aumento rojo y negrura cercana al logro a las mentes sutiles y finalmente la mente muy sutil, denominada la “Luz Clara de la Muerte”. Durante el proceso de la muerte, todos los aires o energía internas que fluyen por los innumerables canales o nervaduras del cuerpo, se retraen primero en los canales laterales y de allí pasan al canal central, donde permanecen y se disuelven provocando los distintos signos o experiencias que caracterizan a la muerte.
A lo largo del trance del morir, la persona experimenta dos tipos de signos: externos e internos.
A lo largo del trance del morir, la persona experimenta dos tipos de signos: externos e internos. Los signos internos son ocho visiones que tienen lugar cuando los elementos (tierra, agua, fuego y aire) dejan de funcionar en el cuerpo; el primero en absorberse es el elemento tierra, y terminan con el despertar de la Luz Clara de la muerte, tras disolverse todos los elementos restantes. Sin embargo, de acuerdo a las recomendaciones de la tradición budista, la ayuda al moribundo se debe iniciar antes de que empiecen a disolverse dichos elementos. Todos los seres sensibles experimentan la emergencia de esta mente al morir, incluso los animales. Un yogui con maestría o poder sobre el estado de perfección del nivel más elevado de la práctica tántrica, puede aprovechar ésta experiencia para entender y estabilizar su entendimiento del nivel más profundo de la realidad. La Luz Clara es a veces denominada todo vacío; en la escuela “Nyigmapa” o antigua del budismo tibetano se le conoce como Dzogchen o gran perfección y en la escuela Kagyupa como Mahamudra el gran sello . De poder reconocer y estabilizar ésta experiencia podríamos alcanzar la iluminación.
De vernos incapacitados para alcanzar este reconocimiento, simplemente experimentaremos el desmayo o caeremos en un estado de inconciencia del que tan solo despertaremos al renacer en el Bardo kármico de la existencia, dimensión previa al renacimiento definitivo y aún encadenados a las limitaciones propias de la existencia samsárica o compulsiva. La conciencia de la “Luz Clara”, es la mente que transita de la vida pasada a la presente y de la presente a la futura. Sólo los grandes yoguis tántricos, expertos en el estado de perfección antes mencionado, pueden activarla y utilizarla a voluntad.
Mientras un yogui permanece en equilibrio meditativo en la Luz Clara de la muerte, su cuerpo no adquiere la rigidez característica de un cadáver. Como muestra, Triyang Rinpoche y Ling Rinopoche, principales maestros del actual Dalai Lama, permaneció un mes y dos semanas respectivamente inmersos en este estado. Phara Rinpoche, otro gran maestro tibetano, tres semanas. Ellos son ejemplos recientes del poder mental de un gran meditador.
La Luz Clara puede manifestarse como la Luz Clara Madre y la Luz Clara Hijo. La primera es la que existe en todos los seres ordinarios y la segunda es la que posee un yogui ya familiarizado con el proceso psicofisico descrito anteriormente. Si el yogui puede utilizar la Luz Clara Madre, ésta le llevará hasta la budeidad. Con una mente tan especial y poderosa, será capaz de cortar los múltiples engaños que limitan a nuestra vida y conciencia, así como la actividad compulsiva del karma. Muchos yoguis indios y tibetanos han esperado la natural emergencia de la Luz Clara Madre durante el proceso natural del morir, para reconocerla, estabilizarla y así lograr la iluminación y la liberación de la existencia cíclica o el samsara. (...) El objetivo de conocer este proceso con tanto detalle, es incentivar en el individuo la ejecución de prácticas como los tres principales aspectos del camino: la renuncia, la generación de la mente altruista denominada bodhichita y el entendimiento del vacío o naturaleza ulterior de la realidad – sunyata. De este modo nos preparamos para morir con un verdadero refugio interior y podremos hacer de esta experiencia una plataforma para nuestra eventual liberación o iluminación."
Marco Antonio Karam
www.casatibet.org.mx
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