martes, 29 de abril de 2008

Alienación

En febrero de 1997, grabamos en Amsterdam el CD "Tiempos viejos" (Syncoop records) junto al Quinteto Bailongo. Meses antes, durante la pre-producción, mientras seleccionábamos la música para el disco, decidimos incluír una canción inédita de Astor Piazzolla con texto de F.Bagalá titulada "Alienación". Esta partitura dormía en un cajón de la Editorial Pagani, en Roma, en donde el guitarrista del quinteto, Rob Bangert, la había hallado formando parte de diversas obras que Piazzolla escribió no ya para el género del Tango sino con intenciones de incluírla en el repertorio clásico y no había sido nunca grabada. La partitura original que tuve en mis manos está escrita para barítono y piano a manera de lied. Así fue que nos dispusimos a trabajar sobre ella respetando lo escrito por el autor, es decir, desde el punto de vista clásico, sin modificar lo escrito en esas partes. Tomé la desición de tender al fraseo y a una impostación leve en la emisión de la voz en la tercer toma de estudio. Aquí, entonces, la única versión que existe del tango de Astor Piazzolla y F. Bagalá "Alienación", que tuve el placer de grabar e interpretar en largas giras junto al pianista Lucas de Bruin. Tal vez esta obra, escrita en 1981, cobra una especial actualidad en los tiempos que vivimos.
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Alienación

Un sol con otro sol con otro más,
ayer igual, mañana igual,
siempre la misma alineación,
el tiempo pasa en cantidad,
hora más hora sobre hora.
Un paso y otro paso a caminar
de una pared a otra pared,
de la ventana hasta el rincón,
siguiendo el rastro de tu olor,
tocando el aire de tu sombra.
Un sol con otro sol,
vivir hay que vivir,
habrá que acostumbrarse a ser fantasma.
Salir a no pensar,
volver para dormir.
Dormir es una forma de escapar...
Total, no soy el único al final
que solo trata de durar en paz.

No quiero nada más.
No habrá ninguna fuga
que valga por tu piel, tu vuelo,
tu manera de sentir.
¿Con qué imaginación,
con qué palabra nueva,
se puede reemplazar amor
que completaba tanto?
Hora sobre hora sigo,
un paso y otro paso.
Aquí te guardo y yo me quedo
fantasma con un sol,
con otro sol,
viviendo en vos
de la ventana hasta el rincón.
Tu olor aquí, tu sombra allá.
Alineación de ayer igual,
mañana igual.

Un paso y otro paso a caminar
cruzando toda la ciudad,
amontonado en el montón,
el tiempo es una fijación
hora más hora sobre hora.
Un día y otro día y otro más
de una pared a otra pared,
detrás del ruido diagonal,
hasta sentarse en un café,
con la cabeza en otra cosa.
Un día y otro más
vivir hay que vivir
cuestión de acostumbrarse a ser fantasma.
Pensar en no pensar,
dormir para dormir.
Dormir es una forma de escapar...
Total, no soy el único al final
que solo trata de durar en paz.

Francisco Bagalá

lunes, 28 de abril de 2008

Sobre el cinismo II (una lectura)

Desde su monumental Crítica de la razón cínica, de 1983, profusamente leída y debatida en Alemania, saludada por Jürgen Habermas como el acontecimiento más importante en la historia de las ideas desde 1945, el alemán Peter Sloterdijk se ha impuesto como uno de los pensadores europeos más fecundos e innovadores, su obra desató una fuerte polémica, alcanzando una influencia y gravitación quizá similar a la que tuvo en la década del veinte La decadencia de Occidente, de Spengler.
Sloterdijk quien enseña filosofía en la Hochschule für Gestaltung de Karlsruhe, Alemania, se encuentra inserto en la tradición de Nietzsche y Heidegger, emparentado a la vez con artistas contemporáneos de la sensibilidad de Wim Wenders y Peter Handke.
La Crítica de la razón cínica puede leerse como una puesta al día de la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer. No se trata ya del nihilismo en ascenso, ni de la metamorfosis de la razón en un nuevo mito ni, mucho menos, del dominio de la razón instrumental lo que Sloterdijk describe y denuncia, sino el cinismo difuso de nuestras sociedades exhaustas. Ese 'nuevo cinismo' que se despliega como una negatividad madura que apenas proporciona un poco de ironía y compasión, pero que finalmente desemboca en la desesperanza. Un cinismo que Sloterdijk define como 'falsa conciencia ilustrada': la de quienes se dan cuenta de que todo se ha desenmascarado y pese a ello no hacen nada, la de quienes se dan cuenta de que la escuela de la sospecha tampoco ha servido de mucho. De allí cierta voluntad iconoclasta, voluntad de ruptura con el pacto cívico ante una comunidad que aparece inauténtica y perturbada, por lo que el verdadero cínico prefiere escapar de la alienación, optando por el camino autárquico (autarkeia) antes que andar embrutecido como el rebaño domesticado, gobernado por las rutinas y convenciones de la gran ciudad. Sloterdijk realiza una "deconstrucción" radical -en el más genuino sentido del postestructuralismo francés- del concepto de logos tal y como nos lo ha legado la historia de la filosofía occidental, y para hacerlo se sirve del cinismo antiguo: de la risa, la ironía y las interpelaciones. El escándalo parte de su melancólica declaración del fracaso del humanismo como utopía de la domesticación humana mediante la lectura, ante las nuevas técnicas de agitación y desinhibición de las masas, pero también del supuesto coqueteo con el vocabulario nazi y con las peligrosas fantasías de Nietzsche acerca del superhombre, así como con las ideas de Platón sobre el Estado como parque zoológico humano, donde una elite de sabios planifica la vida de los hombres al modo de un staff de tecnócratas al frente de una empresa de ingeniería genética. Sloterdijk desarrolla, así, un nuevo tipo de fenomenología y ontogénesis de los espacios humanos, repasando sus aventurados vericuetos por el imaginario de la historia, el arte, la literatura, la música pop, la mitología, la patrística, la medicina magnetopática, la psicología analítica, la mística y la filosofía.
Adolfo Vásquez Rocca
visitar http://www.ucm.es/info/nomadas/14/avrocca.pdf

sábado, 26 de abril de 2008

Loca ella, loco yo


En el año 2002, cerca de fin de año, había una milonga en una Londres nevada que se llevó a cabo en el hall de un Instituto de Neurología a la medianoche. Quien la organizaba, un tal Oliver, había obtenido el permiso de sus directores con la condición de que allí no se fumara ni se consumiera alcohol. La primera regla estrictamente respetada. Estando en un ambiente tan inusual, la pregunta acerca de qué puede llevar a la gente de este u otros países a disfrutar del Tango de modos tan diversos e inesperados estaba a pedir de boca. Uno sabe callar ciertas cuestiones a tiempo. Esa imposibilidad, lo imposible de que en un instituto de ese tipo existiera una milonga, puede remitirnos a nuevas preguntas que, por cierto, otros ya se han hecho. Por caso, vemos en Alicia Dujovne Ortiz un acercamiento a estas cuestiones cuando dice “...el Tango simboliza el ‘tesoro de la incertidumbre’, indispensable para que la posibilidad de la pareja permanezca siempre abierta y siempre lindante con su imposibilidad”. Tesoro de la incertidumbre en tanto acto de seducción permanente donde los velos no se dejan caer por completo aún cuando sea esa la actitud. Esto no sólo sucede en la danza sino en cada una de las expresiones tanguistas. La entrega del cantor en su interpretación, como forma de arte, no puede ser percibida como vano exhibicionismo. La cadencia profunda del bandoneonista sólo nos advierte de ciertos aspectos de su alma. El Tango habla acerca de si mismo a través de sus artistas antes que los artistas por medio del Tango. Pero, volviendo al tema de la imposibilidad, lo que aquí se juega es el deseo en tanto motivo que nos arroja hacia adelante, alguien llamaría a esta pulsión simplemente fe. La fe se construye frente a la evidencia de la imposibilidad como también el deseo lo hace. En tanto el deseo se pone en juego es posible quebrar las metonimias, las repeticiones, las alienaciones que acechan. Su falta resulta en inanidad y es así como los lugares comunes -¿viniste sola a bailar?- suenan vacíos de contenido. El deseo impone una actitud creativa e impensada. Asistimos felices a la belleza siempre renovada en la obra de Juan Carlos Cobián o de Charlo, por ejemplo. Cuando el deseo encuentra su camino, se convierte en pasión. Esa imposibilidad que provoca al deseo y lo nutre hasta convertirlo en pasión resulta, tal vez, en que algunos londinenses organicen una milonga en una institución psiquiátrica sin temor a quedar internados.

©FR

Ni el músculo duerme, ni descansa la ambición

Se impone una reflexión ante la ausencia de nuevas canciones en el Tango que suena en la actualidad. La figura del cantor o cantora se ha convertido en una mera decoración en ciertas orquestas nacionales o extranjeras, y los ensambles musicales con importante presencia de obras cantables son generalmente liderados y producidos por los vocalistas. Aún en estos casos el repertorio no suele ir más allá del período comprendido entre 1930 y 1955*.Los tangos se repiten de cantante en cantante y es raro encontrar alguien que arriesgue nuevas canciones propias o ajenas aunque empieza a haber una leve presencia de cantautores, bardos tangueros. La discusión se entabla ante la presencia de la danza que abarca casi todo el Tango en los últimos veinte años llegando a vincularse el género sólo con el baile como si sus otras expresiones no existieran. Es común que el visitante extranjero en Buenos Aires sólo vaya cotidianamente a las milongas y no muestre ningún interés por lo que el Tango puede ofrecerle fuera de esa actividad. Existe una sectorización entre las artes del Tango como si no fuera necesaria su intrínseca relación, su menjunje, para que la Tanguidad sea. Aún, entre las extrañas invenciones que surgen para agasajo de los turistas, hay un Campeonato de Danza de Tango, como si fuera un deporte, en vez de un festival o certamen, algún día a alguien se le ocurrirá postular al Tango Danza como disciplina olímpica… Esta apropiación que el mercado hace del Tango parcializándolo y ofreciendo sus partes individualmente para capitalizarlo, hace que aparezcan como subproductos el canto, la poesía y, en menor medida, la música instrumental. Se parte de la idea de que los bailarines aceptan alguna otra expresión en tanto no les tome mucho tiempo entre danza y danza, como si el canto y lo instrumental fueran simples efectos coloridos, decoraciones inevitables de una noche de baile.
*“la verdad es algo que estuvo inscripto en el pasado. (…) El inconsciente es un saber que garantiza lo propio de la repetición. Es el lugar de la verdad, la verdad que funda la historia y la verdad producida en la historia.” Walter Beller, Carta Psicoanalítica, México, 2003.
©FR

jueves, 24 de abril de 2008

Bardero (crítica al CD en El Tangauta)


BARDERO

Fabián Russo es un bardo.¿Vale la pena escucharlo entonces? Por supuesto, porque pese a que bardo es en el lenguaje coloquial desorden o lío, en su acepción original significa trovador o juglar. Y jugando con las acepciones —y con nosotros— Russo utilizó esta palabra como título de su último disco. Su voz grave y varonil es una forma de ubicarse en la época dorada del tango, hecho que también se refleja por haber compartido escenario con maestros como Pugliese, Goyeneche y Mederos, entre otros. Varios de los temas son composiciones propias (en clave de tango o milonga) que desde un lenguaje nuevo referencian a un pasado que no está detrás sino en paralelo. Milonga para Pepe Avellaneda es casi una crónica para los libros de historia de aquel que desde su sabiduría enseñó a bailar a casi todos. –LG (para El Tangauta)

THE BARD. Fabián Russo is a bard. Is it worthwhile to listen to him then? Of course, because despite the fact that in Argentine slang bard means disorder or mess, its original meaning is troubadour or minstrel. And playing with the meanings —and with us— Russo used this word as the title for his last CD. His serious and manly voice places him in the Golden Era of tango, supported also by the fact that he shared the stage with masters such as Pugliese, Goyeneche and Mederos, among others. Several of the songs are of his own composition (in the rhythms of tango or milonga). He uses a new language to refer to a past that does not run behind but parallel. Milonga para Pepe Avellaneda is almost a history book chronicle of he, who with his wisdom, taught almost everybody else how to dance.
“EL BARDO” Fabián Russo; 2005

domingo, 20 de abril de 2008

Sobre el cinismo


Alguien me dirá que es mi culpa, que tengo que elegir mejor con quienes ando, pero uno se arrima a determinados mundos y personas por razones que, en general, están más cerca de la curiosidad o el deseo que de la razón. Por suerte, nunca me he sentido sometido a la obtención de determinados vínculos y, si existe este blog o aparece conectado el messenger, no me produce ningún síndrome de abstinencia el no hallarme virtualmente comunicado. Tal vez, de ahí que haya quienes se sienten personalmente heridos por no tener yo el mismo tipo de actitud adictiva en el chateo porque no siento la compulsión de establecer contacto por más que vea al otro conectado. Me agrada saber que mi hija y yo, especialmente, nos hallamos en contacto de esta manera a pesar de los 13.000 kilómetros que nos distancian aún cuando no tengamos nada que decir a veces. Pero, volviendo, no sólo en este mundo de virtualidades programadas aparece esta queja respecto de mi mañoso ser aquí. Es la historia de una vida. Desde la adolescencia temprana, negativo o pesimista han sido los epítetos más suaves que me han proferido. Sarcástico, complicado, oscuro, vueltero, demasiado racional, poco espiritual, exageradamente analítico, distante, frío, resentido, malvado, cínico. Es cierto que no creo que existan las “cosas simples de la vida”, ni las personas “sencillas” o “sin rollos”, me dan la impresión de que pueden llegar a ser excesivos fóbicos. Una mancha más para este tigre. Lo cierto es que hubo un punto, hace muchos años, en que estos juicios acerca de mi personalidad (recibidos sin haberlos pedido y, en general, expedidos por quienes se tienen a sí mismos en una jerarquía diferente) empezaron a ser motivo de una especie de orgullo por el rescate de una identidad, la mía, fuera del rebaño gobernado por las rutinas y convenciones de la urbanidad. Decir lo que se siente o piensa de un modo no ofensivo puede ofender a quien está en el rebaño y hasta puede ser uno tachado de soberbio por ser simplemente uno mismo. En realidad, es una invitación al intercambio de ideas, es suponer al otro suficientemente inteligente o avispado como para conversar, pero sucede, ante nuestra sorpresa, que el otro puede sentir esta invitación como un peligro. Ese interlocutor es un cínico. Tal vez, sea posible hablar de dos tipos de cinismo. Hay quienes nos encontramos más en la línea cínica de un Diógenes, en el cual la risa, la ironía y la interpelación inteligente son los recursos utilizados para hacer temblar los fundamentos de lo establecido. Es un cinismo de antigua data en la historia de la Humanidad y es, sin que me surja una duda, un cinismo auténtico ya que tiene un objetivo claro y real: escapar de la alineación reinante prefiriendo cierto grado de autonomía que puede aparentar soledad para el rebaño. El otro cinismo, el que más cunde, el artificial, desata su ironía desde una profunda negatividad que lleva a la desesperanza, al “qué le va a hacer”, “así son las cosas”; una toma de conciencia que elige no hacer nada, una “falsa conciencia ilustrada”, en palabras de Sloterdijk, “la de quienes se dan cuenta de todo se ha desenmascarado y pese a ello no hacen nada, la de quienes se dan cuenta de que la escuela de la sospecha tampoco ha servido de mucho”. Aquellos que eligen el status quo son, entonces, cínicos, los que juzgan al diferente y quieren un mundo homogéneo, los que critican al que “piensa demasiado”. Quien se halla en búsqueda permanente de la verdad no lo hace para destruirla, como quiere ese otro cínico en su provinciana globalización con tal que la cadena metonímica de su vida no pierda un eslabón. Cuanto más avanzado nuestro mundo, cuanto más globalizado, más “comunicado”, menos lugar para el que busca, lámpara en mano, al Hombre.

jueves, 17 de abril de 2008

Borges y la bola de cristal

Desde hace poco más de un año se ha establecido, en círculos literarios de universidades y periódicos norteamericanos, que Jorge Luis Borges, como su contemporáneo Benjamín SolariParravicini, tenía talentos de anticipación y le era revelado el futuro. Lejos de reírnos a carcajadas como en un coro de desalmados borgistas, sus lectores de siempre, o tal vez una mayoría de tan extenso grupo, nos miramos maravillados como cuando un jugador de fútbol argentino pasa a integrar las lides de un club del primer mundo tal con el ascenso de Borges a la categoría de Nostradamus. Más aún, hay quien no solo especula con que nuestro poeta previó la existencia de la Internet sino que además la creó. Esto, claro, basándose en la lectura de cuentos como “La biblioteca de Babel”, “El Aleph”, “El jardín de los senderos que se bifurcan” y, ante todo, “Tlön Uqbar Orbis Tertius”, amoroso homenaje a las ideas e invenciones de su polifacético amigo Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari 1887-1963). Tal vez ahí esté la clave. Quizás, por su particular historia personal, las características de su obra, los intereses metafísicos que lo guiaban; la invención de sistemas como un nuevo tarot o un nuevo ajedrez; su personal visión astrológica; las constantes referencias esotéricas y su convencimiento de que en las matemáticas y en la física se hallaban los secretos del mundo, podría bien ser Xul Solar quien predijo la existencia de la red global. Pero en Estados Unidos no saben que existió Xul Solar. Más aún, el pensamiento empírico, aristotélico, que domina en aquella cultura, poco podría comprender acerca de los alcances de la obra de este artista y científico porteño, de la influencia que ejerció no solo en Borges sino en otros intelectuales como Leopoldo Marechal, Roberto Arlt, Julio Cortázar u Osvaldo Lamborghini, entre otros. La clave que se halla en la obra de Xul Solar es su alejamiento completo del binarismo tradicional para entregarse a una mullida y vasta polivalencia. ¿Cómo podrían Borges y Xul Solar, que creían en la superación del binarismo, ser precursores de un red virtual que está determinada por cálculos binarios de la fórmula, de Gottfried Leibniz, 1-0? Anticipándose -él sí- varias décadas a postulados, que esgrimiera Jacques Derrida, acerca de que es necesario deconstruir las oposiciones invirtiendo primero las jerarquías (en la oposición de dos términos siempre uno de los dos ocupa una posición dominante) para resquebrajar luego todo el sistema, Xul Solar pretende que se alce un mundo basado en terceras posibilidades que, en general, han quedado ocultas, prohibidas por el patriarcado binarista, y que se tienen por más abiertas, armonizadoras y con gran capacidad de adaptación por su flexibilidad.
Que Borges haya homenajeado su amistad con este artista, todavía poco frecuentado hasta en su propio país, con el que es, tal vez, su mayor cuento, habla también de su sintonía con las visiones de Xul Solar. No debe sorprendernos que ambos cultivaran, a su manera como suele suceder, el Budismo. Tanto así que, visitando el museo Xul Solar en el antiguo edificio del Pen Club de Palermo, hallaremos imágenes budistas en forma de mandalas y en iconos sea en telas, madera u otros soportes. Como también existe aquel pequeño libro de Borges con Alicia Jurado que titularan, al modo zen, con la pregunta “¿Qué es el budismo?” Tal vez nuestra ignorancia nos hace creer que Borges o Xul Solar predecían la existencia de Internet cuando, en realidad, suponían que el mundo se estructura como un lenguaje y que hay un ultra-mundo que se expande hacia el infinito en combinaciones inesperadas, simultáneas y paralelas, como sucede en “La biblioteca de Babel” desde las formas hexagonales, mandálicas. El astuto pensamiento empírico de nuestros generadores de tendencia imperiales, sólo alcanza a reducir los resultados de la creatividad de Borges a una improbable capacidad de visionario cuando lo que nuestro poeta intentaba expresar era algo menos banal que “esta bomba de tiempo a la base de las certezas metafísicas de la humanidad” (ver encabezado de este blog). Personalmente, creo que si Borges asistiera al uso y desuso que se hace de la red global, estaría espantado. Además, un bibliófilo como él, un confesado fetichista del libro, solo hallaría desolación en el mundo virtual.
©F.R.

lunes, 14 de abril de 2008

El gris (tango)


calle poblada de quimeras
de vagos y troteras
milonga y rocanrol
apuestas que nunca nadie gana
payasa sensiblera
de saque con alcohol
tiempo que pasa con urgencia
la historia que mañana
va a ser igual que hoy

me quedo con el gris
la vida desde aquí no es tan fulera
si por amor nos fuimos
si por amor volvimos
¡aguanten los poetas!
hay que ver la soledad de los que esperan
aunque ya no quede nada por soñar
se me cruza tu nombre en la garganta
y vuelvo siempre aquí
buscándote en el gris
sabiendo que no estoy
y que no estás

ando la noche y me marea
su corazón de ojera
llorando en un rincón
costumbre de andar siempre sin ganas
pensando que la vida...
la vida ya pasó
ando camino de tu ausencia
y es poco lo que falta
para que salga el sol.


©F.R.

sábado, 12 de abril de 2008

Vulcania loca


La fina película de hielo que se extendía sobre el campo verdoso y dorado en los flancos de las vías del tren que me llevaba a Bruselas espejaba en los charcos inmóviles el azul tenue del cielo boreal. Porque el azul celeste en el Norte no es tan profundo como en la pampa extensa que dejé al emprender el viaje, aunque esta llanura de la antigua Batavia podría confundirse con los campos del sur por su uniformidad e insistente horizonte. Placer secreto de viajero con tedio es este quedarse mirando en lontananza a paso veloz para que la ventanilla arme su tela de paisaje casi quieto mientras los párpados se vencen y los colores y las formas se acercan cada vez más a aquellos soñados por Monet. Viajaba solo, y ni siquiera compartía estos cuatro asientos cubiertos con una excelente imitación del terciopelo en tono rojizo cercano al de la tierra misionera de la que, seguramente, el diseñador nunca fue testigo. Aparte de mis libros, había en la mochila algo de ropa pero nada especial ya que este viaje, comenzado en Hamburgo días atrás, no tenía por objeto llevarme a ningún lado. Había decidido que, de ahora en adelante, gastaría el dinero que me quedaba de la herencia familiar en trenes, haciendo impensadas combinaciones, aunque no resultaría: en el fondo uno sabe que los ferrocarriles tienen su propia lógica y que es casi imposible apartarse de su agenda. Por lo tanto, esa mínima trampa me permitía sentir que no tenía rumbo y que era dueño de mi perdición, un ínfimo pecado burgués. Caía la tarde en gris y la nieve se ondulaba suavemente sobre los sembradíos de girasol con sus tallos secos y ardillas que corrían fugaces como almas marrones sobre las sábanas heladas y quietas tras los vidrios. El tren paró en una vieja estación cuyo nombre se ha borrado; algunos pasajeros bajaron con sus bártulos precisos y en orden, algunos han subido. Una vez recobrada la marcha, vuelto el guarda a revisar el pasaje, perdí mi solitaria estancia en movimiento ya que, apabullante, acomodó sus paquetes y se sentó una mujer de cabello caoba hasta la nuca y grandes ojos negros exactamente frente a mí. Luego de saludarnos con gestos sobrios y pequeños ademanes casi invisibles, ella cruzó las piernas en posición de loto y, abriendo un cuaderno muy usado, siguió escribiendo en él como si apenas recién hubiera dejado de hacerlo. Por un pudor aprendido en los viajes, hice lo posible por no mirar sus manos para adivinar lo que escribía, pero, sea tal vez una obcecada educación a medias traída de mi tierra o por celosa curiosidad, no pude más que notar que su piel era traslúcida, de un extraño color perlado, con anchas y poderosas venas que surcaban unos huesos largos en el dorso de que más parecían andariveles por donde corría la fuerza derramada en el bolígrafo y de ahí, en un salto imperceptible, al papel de aire raído. Aunque muy vestida, a la usanza de la desprolijidad urbana que se instalara en los setenta, era posible adivinar la delgadez de sus brazos, el pecho hueco, la espalda encorvada. Con trazos gruesos y redondos ella escribía endecasílabos en columnas sin pausa como en los poemas latinos que amaba Ezra Pound. Debían ser largos pensamientos en donde no cabían más que algunos silencios secretos ya que no parecía utilizar puntuaciones de ningún tipo en un fluir constante que encadenaba los versos a un tiempo imponentes por las curvas y las líneas manuscritas como también extáticos en su perfecto encolumnado. Tan azul la tinta dibujando en esa hoja sin renglones como savia que corre por el enramado de los dedos. Habrá sido por la presencia de mi mirada, ya fuera de todo control, que ella levantó la cabeza, hasta ese momento una línea blanca bordeada de una fina caspa entre el pelo lacio y bien peinado, mirándome con sus ojos oscuros, redondos y brillantes como fruta turca. Era una mirada mucho más insolente que la mía, dispuesta a pelear el derecho de su intimidad, como se mira a un posible sátiro enfundado en la piel de un mero oficinista. No atiné a disculparme por miedo a que fuera considerado como aceptación de una falta cometida. No pude sostener su mirada tampoco. Sin embargo, posando el bolígrafo sobre uno de sus muslos delgados, extendió su mano en busca de la mía sin quitarme los ojos de encima, directamente a los ojos.
- Me llamo Eloise- dijo en holandés con un fuerte acento francés de las Ardenas.
- Víctor...- respondí y sentí que ella era tremendamente frágil al tenerla tomada así, sus dedos apenas alcanzaban a rodear el ancho de mi mano y tuve que detener la usual firmeza al estrecharla cuando sentí aquella levedad.
Durante un largo rato no hubo más palabras entre nosotros aunque aquel simple contacto modificó completamente nuestra situación por lo que ya no habían mis ojos auscultándola sino simplemente mirando sus movimientos circulares al escribir y la nitidez de su piel pálida y tibia. En cierto momento, una media hora más tarde, cerró el cuaderno de golpe e irguiendo el torso y desperezando buscó mis ojos que ya sabía en ella y me ofreció una sonrisa tan amplia que sus magras mejillas se alzaron provocando hondas ojeras bajo la mirada fulgurante. Sonriendo también, señalé como lo haría un mono hacia el cuaderno ahora hecho un pequeño tubo en su mano izquierda.
- Endecasílabos.- solté como quien dijera “buenas tardes” o “así es la vida”. Ella asintió con la cabeza mientras en un acto de prestidigitación sorpresivo metió el cuaderno en un bolso de lona raído para sacar con la misma mano una manzana verde que, al ser mordida, hizo un ruido hondo y desaliñado que poco armonizaba con aquella pequeña mujer. Ya había anochecido y las luces interiores del vagón se reflejaban en la ventana devolviéndonos nuestra imagen; sin embargo, ella comía su manzana mirando hacia afuera lentamente. Me atreví a preguntarle si era poeta.
- No, sólo le escribo a un hombre que no sabe hablar.
- Entiendo. Es algo habitual entre mis congéneres. ¿Vas a Bruselas?
Pero ya se molestó por mi inquisitoria y lo supe por su cuerpo que pareció torcerse como aquellos troncos de los desiertos.
- Soy de Argentina y también voy a Bruselas.- dije intentando componer la atmósfera con un dato privado que tal vez ella no se animaría a pedir.
- No voy a Bruselas, no voy a ningún lado; me quedaré aquí hasta que él llegue.- dijo sin mirarme.
- ¿Aquí en el tren?
- Argentina...Argenteuil...No me encontrará en el Monasterio. Argenteuil. Debo volver a París. El querría hallarme ahí, sosteniendo nuestra cruz en la torre con almenas.-
Parecía desvanecerse en su pensamiento, pensé que tal vez moriría en ese instante. Busqué sus ojos que eran piedras relucientes y le pregunté qué es lo que él no sabe decir.
- Cualquier cosa, lo que sea, que no nos ha olvidado...- Tocó mis labios con sus finos dedos.-¿Por qué no hablas? ¿Por qué no dices que todavía existo?-
No sé si en las yemas sintió mi intención de ser aquel hombre y la impotencia de no encontrar las palabras pero su mirada trajo desde una húmeda profundidad aquel susurro.
- Abelardo...-
Y en aquel momento volvió a arrellanarse en su lugar de pana rojiza y sacó el cuaderno y siguió escribiendo, olvidándome, uno a uno esos endecasílabos encadenados en el silencio, arrojados a su destino, como el tren en el que andábamos con sus vagones y su quietud veloz entre el hielo y la nieve y la oscuridad.


©Fabián Russo, 2008

jueves, 10 de abril de 2008

Las retenciones y lo reprimido

La oposición masculino/femenino es masculina. En su lucha por un lugar en el mundo del varón, oponiendo lo femenino a lo masculino, este movimiento anula lo que dice defender. La lucha de la mujer desde las oposiciones solo la deja más a merced de lo masculino. Lo masculino es una estructura basada en las oposiciones, en lo binario, en el ser-no ser, en la represión. Más allá de que en nuestra cultura una mujer en matrimonio es “de” el varón – y no viceversa- y que busque, en general, convertirse en esa propiedad del otro, la aparente lucha de las féminas por obtener los mismos derechos que los varones sólo parece una muy astuta estrategia masculina para profundizar su dominio sobre la realidad. Evita, si bien abogó por el bienestar de los descamisados no logró ayudar de modo alguno a sus compañeras de género ya que, propia idea, no era nada sin Perón, evitaba ser sin él. El voto femenino fue necesario para que el Peronismo ascendiera como lo hizo, y lo hizo manipulando el derecho de las mujeres a votar. Lo feminista es masculino tanto que, erradamente por su exageración, suele vincularse a ese movimiento con mujeres asexuadas o lésbicas. Claro, lo que no es masculino carece de sexualidad, diría Freud. Fundamentalmente el feminismo, y todas sus variantes, en tanto actúa por oposición, pertenece a la categoría de lo masculino. Lo femenino, en cambio, es su alternativa polivalente. Lo femenino no se opone, su estrategia es la seducción. Que una mujer reclame constantemente desde el poder, el falo, que por femenina/ista se siente discriminada es una actitud masculina. Poner en juego una lucha de oposición utilizando el género, es masculino. Pretender modificar el habla y la lengua forzando a una palabra neutra, como “presidente” (quien preside) por una versión posible pero artificial forzando su feminización, es masculino. Plantear la realidad como una lucha de opuestos (campo/ciudad, pobres/ricos, blancos/negros, nuestros/ajenos,) es masculino, es trabajar para lo masculino. La estructura de lo masculino, si bien poderosa, es simple, no tiene demasiadas facetas. La polivalencia femenina se extiende por los espacios sin oponerse, sin una dialéctica binaria, por medio de la seducción. Es masculino creer que la seducción es un acto artificial que busca obtener poder mediante sutiles manipulaciones. La seducción es lo natural femenino. Solo cuando se seduce desde lo masculino puede ser artificial, porque plantea oposiciones, ganar espacios; en lugar de comprender e integrar, lo masculino reprime y censura. Como plantea Baudrillard, “la seducción representa el dominio sobre el universo simbólico, mientras que el poder solo representa dominio sobre el universo real.” Es decir, una novia que no se maneja segura en el plano de las representaciones simbólicas, más que novia es un amigo.

martes, 8 de abril de 2008

Los puritanos

Sociedades puritanas son aquellas que generan expresiones como la pornografía, el culto por la decadencia, la afección por lo degradado. De una manera infantil, pero profundamente perversa, se aplaude al artista que, en principio, muestra en escena los jirones de su existencia como si en ese acto exhibicionista, costumbre puritana, se convirtiera en el cordero en sacrificio por los estragos que la sociedad capitalista, cruel e insensible, produce sobre estas almas vulnerables. Vulnerables, sí, e imagen del fracaso individual frente a la tremenda presión del sistema. Como en las pantomimas del payaso de circo que no para de caerse de sus zapatos, el artista de la decadencia se desangra, sea por medio de la voz en el canto o por el desaliño calculado con marcas de moda, para que el público se sienta un poco mejor acerca de sí mismo, acerca de su culpa lavándose en este sacrificio organizado, producido. La mentira estriba ahí mismo, nada de eso es real, y no es que se pretenda que el arte tenga algo que ver con la realidad pero si con la autenticidad. El artista realmente comprometido se halla cooptado por la existencia de la verdad. Una verdad, claro, que trasciende lo perentorio del mundo. Cuanto más imponente es la moral de una cultura, más adorada será la representación de la decadencia. Entonces, si el arte en cuestión es cantable, será la voz empobrecida y castigada la que haga creíble, para los puritanos moralistas, que en cada canción se esté operando una pregunta acerca de uno mismo y los demás. Frente a la actitud de sacrificio, el público pacato y prejuicioso siente que lava sus culpas por negar o repeler la existencia de los sensibles. Y en ese acuerdo tácito, el artista miente y manipula la verdad de un arte para llenarse los bolsillos, y el puritano público aplaude –no sabe más que aplaudir- buscando creer que, por ejemplo, el Tango es whisky, carreras, cocaína y mujeres. Pero hay un problema, el Tango no es cool.

ver nota en www.rollingstone.com.ar/nota.asp?nota_id=1002201&pid=4247517&toi=5959