miércoles, 1 de mayo de 2013

Breve historia del tango en Holanda ( para ver y oír)


La presencia del Tango en Holanda puede rastrearse ya en las primeras décadas del Siglo XX. Tal vez el exponente más importante de esta época sea Arie Maasland (1908-1980), internacionalmente conocido como Malando. En los años 80 comienza una Nueva Era para el género en la región, impulsada por los artistas rioplatenses exiliados en los 70 y por la aparición de un nuevo crédito local: el bandoneonista Carel Kraayenhof.


La presencia del Tango en Holanda puede rastrearse ya en las primeras décadas del Siglo XX. A fines de la Primera Guerra Mundial Europa dejaba atrás el Siglo XIX en términos sociales y culturales. La caída de las expresiones artísticas que predominaron durante los siglos de expansión colonialista de reinos como el británico y el holandés, que llevaban una antigua rivalidad comercial allende los mares sin perjuicio de haberse aliado hasta por lazos de sangre monárquicos, dejó el espacio abierto para la generación de movimientos estéticos y expresiones populares novedosas y vanguardistas.

El fin de la “belle époque” daba paso a los “años locos”. El Cabaret se convertía en el lugar de reunión y divertimento de la clase alta. Allí se bailaban el “cake walk”, el “shimmie” y el charlestón junto a esa nueva danza de origen sudamericano, el Tango, que llegaba desde París y Berlín en una versión eurocéntrica, blanca y exagerada, a tono con la tendencia al desenfado de aquellos años. Fue el momento en que Arie Maasland, Malando, impone su versión del Tango Rioplatense con éxito en la danzante Europa.

El Tango estaba de moda en todo el continente: los vestidos color “tango” se ajustaban a las caderas, el cocktail “tango” se repetía en los brindis interminables. En Holanda, mientras tanto, se cantaban tristes canciones con sonoros timbres nasales y vibratos abiertos que surgían de las sinagogas del barrio judío de Amsterdam, el Jordaan, el Levenslied o “canción de la vida”. Junto a la Levenslied, todavía expresión popular de los holandeses más cercana a lo que conocemos como música melódica en Argentina que al Tango, surgía un género fundamental en la cultura teatral y musical de los neerlandeses, el Kleinkunst Theater, emparentado al vodevil y también denominado cabaret. Los grandes artistas de este género eran los hermanos Fien y Nap de la Mar junto a Louis Davids, héroes históricos de la cultura popular del siglo XX en Holanda, que incluían tangos alemanes y holandeses en sus repertorios u obras como La cumparsita y El choclo con letras humorísticas acerca de sucesos locales o satirizando la nueva conducta relajada en los vínculos personales y la vida nocturna.

En Amsterdam y Rótterdam, los dos grandes puertos sobre el Mar del Norte, se mezclaban los sonidos de la Levenslied con los de aquel Tango europeo sonando en un instrumento tradicional de los marinos holandeses: el trekzak, una especie de pequeña concertina liviana fácil de transportar de forma hexagonal con fuelle y lengüetas accionadas por botones en cada lado, sonoro antecesor del bandoneón.

Tras la caída de la república de Weimar en Alemania, se produce la llegada al poder del Nazismo que intenta borrar toda huella de las tendencias que lo antecedieron prohibiendo, por ejemplo, al Jazz. A pesar de haber compartido con la música negra norteamericana el espacio teatral de aquellos tiempos, el Tango ocupa ese eventual vacío. El Tango se volverá a escuchar y bailar tanto en Alemania como en los territorios ocupados. Más allá de las orquestas europeas con acordeones y ritmo extremadamente rígido a cargo de músicos europeos, la Waffen SS contrataba a la orquesta argentina Bianco-De Ambroggio que hacía giras por diferentes países. El tango Plegaria, de Eduardo Bianco, era el preferido por los oficiales nazi al punto que es sabido que los músicos judíos eran obligados a tocarlo durante los durante trabajos, marchas, castigos y ejecuciones en el campo de exterminio de Janowska, cerca de Czernowitz en Rumania, suceso que queda documentado los versos de Fuga de la muerte (Grita hinquen más profundamente en el reino de la tierra los otros canten y toquen / Echa mano del fierro en el cinto lo agita sus ojos son azules /Hinquen mas profundamente las palas los otros sigan tocando música de baile) de uno de los más grandes poetas del siglo, Paul Célan, que pasó allí su adolescencia viendo morir a su familia y que terminó con su propia vida tiempo después en un salto al Sena en París..

Durante los años de ocupación nazi en Holanda el Tango se vio vinculado a una aristocracia impuesta por oficiales de uniforme negro que exterminaba a judíos, gitanos y homosexuales enviándolos a los campos de concentración del Este. El 2/4 original del ritmo del Tango, que a esas alturas había evolucionado largamente hacia el 4/4 en Argentina, se confundía con las marchas militares que sonaban en altoparlantes distribuidos por las calles durante el día, hasta la sirena de toque de queda al atardecer en las ciudades de la Holanda ocupada.

En 1917 Stravinsky había compuesto La historia de un soldado abriendo nuevas posibilidades para el Tango en el ámbito de la música clásica y despertando, así, la curiosidad de nuevos creadores. El surgimiento de la chanson française, en París y Bruselas, como expresión de aquellos que sobrevivieron a la ocupación formando parte o no de la Resistencia, se vincula con el resurgir del género de cabaret o Kleinkunst en Holanda, siendo nuevamente el Tango visitado por sus artistas. Ya en la década de los ’50 y ‘60, como lo fueron Edith Piaf, Georges Brassens en Francia, o Jacques Brel en Bélgica, surgían en Holanda artistas como Wim Sonneveld, Zangeres Zonder Naam, Jasperina de Jong, Jenny Arean, abrevando en un Tango europeo para sus canciones. A lo largo de los años, el Tango, en su modalidad europea, fue ocupando un espacio ligado generalmente al sarcasmo y la comicidad en los espectáculos populares de Holanda. De todos modos, también en el ámbito de la música clásica holandesa el Tango aparece como en, por ejemplo, la ópera Ithaka, del compositor contemporáneo Otto Ketting, en donde relata una imaginaria última noche de Carlos Gardel en Medellín por medio de un coro que interpreta Mi noche triste en inglés con acompañamiento de sonidos experimentales.

Desde su creación a fines de los años ´70 por el cantor uruguayo Juan Carlos Tajes, el ensamble Tango Cuatro abrió el camino exitosamente para los nuevos músicos del Tango en Holanda. En 1987 se formará el trío Viento del Sur, luego devenido en cuarteto con el pianista Juan Pablo Dobal, del cantor y guitarrista Fabián Russo junto a Carel Kraayenhof, quienes solían tocar como dúo en pequeños bares o en la misma calle pasando la gorra, y el guitarrista/bandoneonista belga Dick van der Harst. Es en 1989 que, con la producción del bailarín Wouter Brave y del empresario Wim Visser, se lleva a cabo la primera producción holandesa de un espectáculo tanguero: Más Tango, con la participación de los bailarines Vanina Bilous y Alejandro Aquino, Pochi Luna y Adriana González, Wouter Brave y Martine Berghuis, junto a la orquesta Color Tango, desprendimiento de la orquesta de Osvaldo Pugliese que tuvo así su bautismo de fuego, con Roberto Alvarez y Víctor Lavallén en bandoneones, Carlos Piccione y Jaime Rodríguez en cuerdas, Amilcar Tolosa en contrabajo, Juan Carlos Zunini en sintetizador, Carlos Cicaré en piano y Fabián Russo como cantor. El éxito de este espectáculo en 25 teatros de todo el país a lleno completo, presentaciones en televisión, entrevistas en diarios y revistas, permitió que el Tango surgido en Holanda pasara de pequeños bares y milongas a los grandes escenarios y a las giras internacionales.

De la iniciativa que surge entre Kraayenhof y uno de sus estudiantes de bandoneón, Leo Vervelde, del trío Otros Tiempos, surge, en 1989, el Sexteto Canyengue que también tendrá al contrabajista Gustavo Lorenzatti, al pianista Piet Capello, Fabián Russo como cantor y a los violinistas Egbert Kreiken y Gregor Overtoom, como sus miembros fundadores. Nacen en aquel momento el Quinteto Bailongo, fundado por el guitarrista Rob Bangert y donde más tarde tocaría la bandoneonista austriaca Helena Rüegg y la prestigiosa violinista Antoinette Lohman, el ensamble de Nanette Currie, las actuaciones de Mabel González, la cantante holandesa Marlous Lazal y, más tarde, la llegada de músicos como el pianista y cantor Javier Fatta o el virtuoso guitarrista Hernán Ruiz que generarán nuevas agrupaciones para el desarrollo musical del Tango en Holanda como Fabián Russo en Guitarras y las Guitarras del Plata. La presencia del guitarrista uruguayo Baltasar Benítez, quien vivía en Holanda desde hacía años y que en su momento trabajara junto a Astor Piazzolla en obras para guitarra, sale a luz por el dúo que conformará junto al maestro bandoneonista Alfredo Marcucci, residente en Landen, Norte de Bélgica. También Holanda recibe a músicos argentinos como el bandoneonista Gustavo Toker, quien llegara con su trío Semblanza y finalmente decidiera instalarse definitivamente en el país siendo en estos días unos de los grandes referentes del bandoneón en Europa. También la presencia de Juan Pablo Dobal, pianista de increíble musicalidad, aportará tanguidad al naciente Tango en Holanda. En la actualidad, además del Sexteto Canyengue, donde es cantor el argentino Omar Mollo, la O.T.R.A y otros ensambles pioneros, es habitual escuchar en teatros y milongas holandesas a las agrupaciones Racing Club,Tango Extremo, el cuarteto de cuerdas femenino Pavadita, el Quinteto Zárate, Trío Tincho y Tango Dorado, entre otras variadas formaciones constituidas por músicos y cantantes holandeses y rioplatenses.

La danza del tango en Holanda fue creciendo con energía gracias a la iniciativa de Wouter Brave y Mirta Díaz Campos, fundadores de la Tangoschool Amsterdam, sobre el Egelantiersgracht, a comienzos de los ’80. Los primeros pasos de baile de Tango en este nuevo período aparecerían a fines de la década de los años ’70 gracias a esporádicas y espontáneas exhibiciones de Mirta Campos con quien fuera su compañero de baile en aquel momento, Gustavo Arias. Es fundamental la presencia de Mirta Campos, llegada a los Países Bajos a fuerza de un exilio obligado, para que la numerosa cantidad de parejas de baile de Tango sea posible en estos días. La mayoría de los bailarines de Tango surgidos en los Países Bajos han sido, directa o indirectamente, alumnos de Mirta Campos y Lalo Díaz o de Wouter Brave y Martine Berghuis. Ellos inspiraron la generación de escuelas en todo el país y los viajes habituales a Buenos Aires para empaparse de Tango en las milongas o con clases de maestros milongueros. De estas primeras escuelas de baile surgen bailarines como Ricardo y Nicole, Seguirá a esta primera escuela de baile otras cuarenta a lo largo y ancho de los Países Bajos estableciéndose como la más importante la que crean en Ámsterdam Mirta Díaz Campos y Lalo Díaz, llamada Academia de Tango, a fines de la misma década. La influencia de maestros invitados por esta escuela, como Antonio Todaro y Pepito Avellaneda, fue fundamental para el crecimiento de la danza del Tango en Holanda. Actualmente, el hijo de Lalo Diaz y Mirta Campos, Mariano Díaz es, junto a su pareja Cósima, quien lleva adelante aquello que sus padres comenzaron cuando no se conocía más que el Ball Room Tango. En este momento, la escuela de danza El Gancho, sita en la ciudad de Utrecht, está preparando la publicación de un libro en holandés acerca de la historia de esta danza en su país bajo el título castellano de Cómo empezó.

F.R.

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