jueves, 3 de julio de 2008

Las mil y una (milonga)

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a Mario Paolucci, Gran Maestre de la Bohemia del Sur, in memoriam.



“Salud a la cofradía/ trotacalle y trotamundos/ todo nos falta en el mundo/ todo, menos la alegría/ Y viva la Santa Unión/ de Sin-Ropas y Sin –Tierras/ todo nos falta en la tierra/ todo, menos la ilusión/ Corto sueño y larga andanza/ en constante despedida/ todo nos falta en la vida/ todo, menos la esperanza/ Amigos de las botellas/ pero poco del trabajo/ todo nos falta aquí abajo/ todo, menos la estrellas/ Inofensiva locura/ sinrazón de vagabundo/ todo nos falta en el mundo/ todo, menos sepultura” ( Canción de vagabundos, Raúl González Tuñón.)

Yo de pibe me juntaba con poetas
que tenían más respuestas que preguntas
y aunque había poca suerte y menos teca
no faltaban las botellas y las musas.
A la sombra de Tuñon pedían letra
y soñaban con ser capos de la pluma
anotando en las mugrosas servilletas
la bitácora genial de aquellas curdas.

Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.

No faltaba aquel campeón de la tristeza
con la verba alucinada de la culpa,
ni el payaso repitiendo la promesa
de callarse si empezaba una trifulca.
El actor, el musicante y el profeta,
el barbudo intransigente y medio mufa,
el que todo lo vivió y está de vuelta,
y hasta yo, pichón de bardo, con mi luna.

Para nosotros era una fiesta...

La “Canción de vagabundos” nuestra estrella,
y el misterio de la noche simple y dura
agarrados a algún vaso de ginebra
para calentar la lengua con soltura.
Yo de pibe me juntaba con poetas
que perdidos en la noche más oscura
siguen siendo los que cantan la epopeya
de los versos, de la vida y de la lucha.


©Fabian Russo, 2008.

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