Con el trago de ron aceitando
el reumático azul de su aliento
sale uno a cantar tangos lerdos
aunque nadie festeje su bardo.
Ronda un frío fatal, y en las bocas
una fiebre de adioses bailados.
En el salto mortal de sus pasos
hay un tanto de amor que se implora.
Sigue el hombre contando su herida
“y la vista clavada en un sueño”,
la corbata raída y el tiempo
latigando en la luz amarilla.
No son muchos, apenas bastantes,
los que van abrazados y en celo,
si parece que fueran muñecos,
como dice el poeta, el cantante.
Nadie oye, la voz va por dentro,
ya no importa el que canta o si el aire
se ha mezclado en el místico baile
desatando del Tango el Misterio.
©Fabián Russo
Escrito y grabado un dia del invierno del '96 junto al gran Hernán Ruiz en guitarra.