martes, 21 de octubre de 2008

Bardos


“En la antigua Irlanda el ollave, o maestro en poesía, se sentaba al lado del rey a la mesa y tenía el privilegio, que nadie más que la reina poseía, de llevar seis colores diferentes en sus ropas. La palabra «bardo», que en la Gales medieval equivalía a maestro en poesía, tenía un significado diferente en Irlanda, donde significaba un poeta inferior que no había pasado por los «siete grados de la sabiduría» que lo convertían en un ollave tras un curso muy difícil de doce años. La posición del bardo irlandés es definida en la Sequel to the Crith Gabhlach Law del siglo VII: «Un bardo es quien no posee más intrucción legal que la de su propia inteligencia»; pero en el posterior Book of Ollave (incluido en el Book of Ballymote del siglo XIV) se dice claramente que el hecho de haber llegado al séptimo año de su educación poética daba derecho a un estudiante a la dignidad de bardo. Había aprendido de memoria sólo la mitad de los cuentos y poemas prescritos, no había estudiado la prosodia avanzada ni la composición métrica y era deficiente en el conocimiento del goidélico antiguo. Sin embargo, el curso de siete años que había seguido era mucho más severo que el que se imponía en las escuelas poéticas de Gales, donde los bardos ocupaban una, posición proporcionadamente inferior. Según las leyes galesas, el Penkerdd, o bardo principal, era sólo el décimo dignatario de la Corte, se sentaba a la izquierda del heredero forzoso y se le reconocía la misma dignidad que al Herrero Mayor.
de La Diosa Blanca, Robert Graves

martes, 14 de octubre de 2008

Paraiso, refugio, música


La idea de pensar acerca de un Refugio Perdido en lugar del Paraíso Perdido miltoniano, es un paso reciente que aborda la Filosofía desde hace unos cuarenta años. El hombre sin refugio, arrojado hacia adelante en una escena que surge desde la tierra y sus ciclos, es parte esencial de la idea de Da Sein en Heiddegger. El paradigma allí es el mismo de los últimos siglos, el hombre expulsado y su relación con la Naturaleza. La palabra será, entonces, la única casa del Ser. Este racionalismo humanista se mantuvo durante siglos como la puerta de acceso a la Filosofía aunque, ya en tiempos de entreguerras, llevara al existencialista alemán a abrazar y alimentar tigres nazis basándose en la herencia y la tradición, como es dable en un pensamiento que tiene por base una interpretación agrícola de la existencia. En el momento en que lo que está perdido no es el Paraíso sino el Refugio, cambia la escena que encuadra la escena primera. Ya no el paraíso que la tradición oral o escrita, religiosa o histórica, tomaran como referencia para un probable “regreso” basado en el respeto por ciertas leyes según el discurso de que trate, sino el refugio al que es imposible volver, expulsados de una vez y por todas del vientre materno. Es un refugio de la imposibilidad, de esa expulsión no se vuelve como no se vuelve a la caverna original de nuestros antepasados. Del mismo modo, expulsado de la Naturaleza el hombre se vio desnudo frente a su imperfección y tendió alianza con su congénere dando paso a la horda primitiva en alabanza de la Diosa. Esta alabanza sirvió para crear la cohesión necesaria de la horda, cohesión que se produjo por medio de los himnos y los cantos sagrados. La música, paralelo tonal del mundo emocional según Sloterdijk -quien trae la idea desde Pitágoras-, es aquello que suplió el silencio de la expulsión original. Silencio que, por no poder todavía decodificar otros sonidos, deviene de no oír más el murmullo materno dentro del vientre. Silencio que, a la vez, intentamos obliterar por medio de la música constante, ya no sagrada, porque ahí se encuentra nuestro ser pero pesa más la expulsión y la angustia que buscamos callar aturdiéndonos “en tiempos donde nadie escucha a nadie”.

©F.Russo

Ahí viene la cana

Ha fallecido el comisario Racana, que diera origen con su nombre a la imagen «¡ahí viene la cana!».
Así se lo contó, en cierta oportunidad a Josué Quesada el dicho comisario, quien narra que cuando era oficial inspector, se había hecho popular en ciertos barrios por sus razias contra los malandrinos. Y los chicos, en cuanto a la distancia veían aparecer la popular figura del comisario, lanzaban el grito de alarma: «¡Ahí viene Racana!».
Pero tanto usaron al apellido que éste terminó por desgastarse y la R y la A se fusionaron en «la».

Roberto Arlt, 1929.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Nuevo Blog


Un nuevo blog dedicado especialmente al Canto en el Tango. Anticipando la próxima publicación del libro El Tango Cantado (una lectura acerca de la Escuela Gardeliana) por Ediciones Corregidor, este nuevo espacio en la red está dirigido a todos los que sienten curiosidad por los diferentes aspectos que hacen al arte de la interpretación de los tangos cantados, su historia, evolución, características y aspectos técnicos. También sirve de base para aquellos que estén interesados en tomar clases de canto y deseen informarse al respecto.